Lecciones y herencias del siglo XX: comentarios a la obra de Eric Hobsbawm (III)

28/07/2014
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Escrito dedicado a la memoria de los niños masacrados en los horrores de la guerra y el genocidio en contra del pueblo de Gaza, en pleno siglo XXI.
 
 Introducción:
 
Como se dijo en las entregas anteriores, los cinco acontecimientos históricos más importantes acaecidos en la primera mitad del siglo XX fueron los siguientes; la Primera Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique, la Gran Depresión Económica, el surgimiento del Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial.
 
De igual manera, se dijo que estos acontecimientos tuvieron como uno de sus factores causales de fondo la lucha inter-burguesa (entre diversos principados herederos de la Europa Medieval) e inter-imperialista (entre potencias emergentes y decadentes), pugna centrada en los esfuerzos por dominar los viejos y nuevos mercados capitalistas, y en el caso particular de la Revolución Bolchevique en Rusia, la feroz lucha entre la vieja aristocracia Zarista y las nuevas corrientes populares revolucionarias.
 
La Primera Guerra Mundial (1914-1918)
 
Dos preguntas clave al respecto:
 
¿Qué la gestó? (1).
 
¿Cuáles son sus premisas históricas?
 
Basados en la interpretación que Hobsbawm realiza en torno a estos acontecimientos, podemos distinguir las siguientes condicionantes históricas de tales hechos;
 
Primera premisa:
 
Bajo el presupuesto de que ningún conflicto histórico surge de la nada o de un día a otro, puede sostenerse que varios siglos de despiadado colonialismo mundial (2), promovidos en los cuatro puntos cardinales del planeta,  dio como resultado la construcción de un selecto club de potencias, la mayor parte de ellas, aunque no todas, en Europa Central (el Imperio Austro-húngaro, el Imperio Británico, el colonialismo Italiano, francés, holandés y belga, el Imperio Zarista, Alemania y Prusia entre otros), cada uno de ellos con sus respectivos intereses, alianzas y sus propios enemigos.
 
La mayor parte de Europa se vio directamente involucrada en esta conflagración, excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos y Suiza, que permanecieron neutrales.
 
Segunda premisa:
 
El creciente poderío económico, financiero, militar e industrial de EEUU, como potencia emergente con amplias necesidades de conquistar la hegemonía mundial.
 
Tercer premisa:
 
Las necesidades del naciente complejo científico-tecnológico, industrial y militar, necesidades por desplazar competidores y conquistar nuevos mercados.
 
Sobre esto último, Hobsbawm resalta la enorme importancia que cobraron en estos acontecimientos bélicos, una serie de nuevos inventos industriales, que cambiaron de una sola vez y para siempre la escala y el potencial destructor de las armas en los conflictos bélicos, inventos entre los que sobresalieron el avión militar, el tanque, el submarino, la ametralladora, las minas antipersonales, las bombas aerotransportadas y las armas químicas, todos estos recursos nuevos que hicieron su mortal “debut” en este primer conflicto de gran escala (3).
 
Algunas de las principales consecuencias históricas:
 
·         10 millones de muertos en combates y millones de víctimas trágicas fallecidas por causas indirectas (hambrunas, enfermedades, y otras víctimas por “daños colaterales” entre otras causas) (4).
·         El capitalismo liberal-burgués (heredero de la Ilustración, la Revolución Francesa y  los avances modernistas de la revolución industrial del siglo XIX), entró en una crisis social, política y cultural profunda.
·         Al estar entre los vencedores (y al mismo tiempo, mantener convenientemente su territorio alejado de los escenarios bélicos y convertirse en el gran arsenal y vendedor de armas al mundo en pugna), Estados Unidos se consolidó como la potencia hegemónica a nivel planetario (5).
·         El surgimiento de una larga serie de revueltas y desequilibrios políticos internos, en una buena parte de las potencias perdedoras que se involucraron de lleno en los acontecimientos bélicos, y que fueron obligadas a cumplir varios compromisos a partir del llamado “Tratado de Versalles” (6).
·         El surgimiento de la República del Weimar en Alemania (que pocos años después a la finalización de la Gran Guerra, habría de mostrar sus fragilidades con el ascenso de Hitler y el nazi-fascismo a inicios de la década de los años 30s).
·         El debilitamiento mortal del viejo imperio zarista (7).
·         El fortalecimiento y la expansión de un puñado de corporaciones transnacionales que habían nacido y crecido lentamente con el auge de la revolución industrial en el transcurso del siglo XIX, muchas de las cuales aún siguen existiendo (y acumulando poder) hasta hoy en día, en pleno siglo XXI (8).  
 
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  Notas:
 
1.     La historiografía común explica el asesinato del archiduque Ferdinand y su esposa Sophia, el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, a manos del joven nacionalista serbio Gracilo Princip, como la “chispa”, el motivo por el cual se desencadenó la Primera Guerra Mundial.  Este enfoque es desde todo punto de vista superficial  e inexacto, pues confunde “motivo” con “causa”. La causa real de estos acontecimientos de alcance planetario constituyen lo que las ciencias sociales denominan “premisas históricas” (factores condicionantes o subyacentes). En este caso, el asesinato del archiduque y su esposa fue únicamente el motivo (más no la causa), el elemento “catalizador” que ayudó a desencadenar una larga y profunda serie de conflictos larga y silenciosamente larvados durante muchos años atrás. Hay un origen formal de esta guerra (que incluso no explica las verdaderas razones de fondo), que es algo así como la “versión oficial” de los historiadores, que explica este monumental conflicto como una guerra (al menos en sus inicios) esencialmente europea, entre la llamada “Triple Alianza”, conformada en un primer momento por Francia, Gran Bretaña y Rusia, y las llamas “Potencias centrales” (que perdieron la guerra), y  que estaban constituidas inicialmente por Alemania y Austria-Hungría, a las cuales luego se les sumarían Turquía y Bulgaria. Posteriormente se fueron agregando (en ambos bandos) otra larga serie de países europeos y de otras regiones del mundo, incluido los EEUU, que se incorporó a favor de los “Aliados” casi al final del conflicto  (“Historia del Siglo XX”: E. Hobsbawm, p. 32),  tal y como este mismo país haría igualmente en la Segunda Guerra Mundial.
2.     Estos tres o cuatro siglos de colonialismo corresponden al largo período histórico al cual Marx denominó “la fase de acumulación originaria o primitiva” de capital, a partir de la cual, basado en el despojo de la riqueza de muchas sociedades sometidas en base a la fuerza militar en África, América y en Asia, las potencias colonialistas pudieron financiar su despegue económico, industrial, científico y tecnológico.  He aquí la razón por la cual una importante corriente de analistas conciben la noción de “subdesarrollo”, no como una condición de inferioridad natural propia de “pueblos atrasados”, sino como el resultado, el producto político e histórico de una condición de subordinación y sojuzgamiento económico, militar e incluso cultural.
3.     Hobsbawm nos recuerda que Alemania fue el pionero durante ese conflicto en utilizar el gas tóxico por vez primera en la historia de las guerras; Inglaterra por su parte introdujo la innovación del carro blindado o tanque (Op. cit., p.36).
4.     La gran carnicería que significó este conflictito (incluso para las potencias vencedoras), lo ilustra el dato que muestra que al menos una cuarta parte de los alumnos de Oxford y Cambridge de menos de 25 años que sirvieron en el ejército británico en 1914 perdieron la vida (Op. cit., p. 34).
5.     Como nos recuerda el propio Hobsbawm, hasta apenas un año antes del desencadenamiento de los conflictos bélicos, Inglaterra era la potencia económica, financiera, industrial, militar y marítima dominante a nivel global (Op. cit, p. 208).
6.     Incluso muchos de los gobiernos de estos Estados (incluso algunos de los que estaban en el bando ganador), cayeron al finalizar la guerra; se desgajaron países y  se modificaron algunas fronteras en la Europa Central, y surgieron nuevos países en la parte Oriental del viejo continente, en gran parte, producto de acuerdos y compromisos de compensaciones impuestos por los vencedores a través del “Tratado de Versalles”.  Como dice Hobsbawm, (…) “se reestructuró el mapa de Europa, tanto para debilitar a Alemania (país perdedor junto a Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria), como para llenar los grandes espacios vacíos que habían dejado en Europa y en el Próximo Oriente, la derrota y el hundimiento simultáneo de los imperios ruso, austrohúngaro y turco...”  (Op. cit, p. 39 y 69).
7.     Tal y como se verá más a fondo en la próxima entrega (dedicada al triunfo de la “Revolución Bolchevique”), el involucramiento directo del imperio zarista en la Primera Guerra Mundial, terminó debilitándolo mortalmente, facilitando su caída final ante el avance de las fuerzas revolucionarias encabezadas por Lenin y Trotsky.
8.     “La razón es que, a diferencia de otra guerras anteriores, impulsados por motivos limitados y concretos, la primera guerra mundial perseguía objetivos ilimitados. En la era imperialista (siglo XIX), se había producido la fusión de la política y la economía. La rivalidad política internacional se establecía en función del crecimiento y la competitividad de la economía, pero el rasgo característico era precisamente que no tenía límites. “Las fronteras naturales” de la Standard Oil, el Deutsche Bank o la de Beers Diamond Corporation se situaban en el confín del universo, o más bien en los límites de su capacidad de expansionarse” (Op. cit., p. 38).
 
Sergio Barrios Escalante
Científico Social e Investigador. Escritor y Narrador. Editor de la Revista virtual Raf-Tulum. Activista por los derechos de la niñez y adolescencia a través de la Asociación para el Desarrollo Integral de la Niñez y Adolescencia (ADINA). Autor del libro “La Falsa Denuncia”. 
https://www.alainet.org/es/articulo/101985
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