Metáfora tóxica

El lenguaje político hegemónico impone la metáfora bélica, en la época de esta pandemia por coronavirus. Es la supuesta guerra contra el virus. El culpable es el otro, invisible, extraño, extranjero, raro, inmigrante.

04/05/2021
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Foto: María Eugenia Piacentini
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Emmanuel Macron, presidente de Francia, abrió fuegos el 16 de marzo de 2020: “Estamos en guerra”. Así habló a su país sobre la llegada de la COVID-19; un nuevo enemigo tocaba la puerta. Trump no se quedó atrás y dijo que se veía como un presidente en tiempos de guerra.

 

Así, el lenguaje político hegemónico impone la metáfora bélica, en la época de esta pandemia por coronavirus. Es la supuesta guerra contra el virus. Total, el culpable es el otro, invisible, extraño, extranjero, raro, inmigrante.

 

La metáfora bélica señala a un enemigo y oculta lo inocultable, que detrás de la pandemia por la COVID-19 está la crisis ecológica, después de tanto ataque implacable y persistente a la naturaleza, los modelos de maldesarrollo, la deforestación, la destrucción de ecosistemas y de la biodiversidad, la insalubridad, por un sistema capitalista que busca maximizar la ganancia en cada hora y segundo, llevándose todo los demás por delante, flora y fauna, seres vivos, el planeta entero si es preciso, nuestra casa común, según la denominación del Papa Francisco.

 

Se oculta que, en Canadá, un país de 38 millones de habitantes, el primer ministro Justin Trudeau firmó contratos con siete farmacéuticas para obtener más de 400 millones de dosis, cinco veces más de las que utilizarán en el país. Hace visible de ese modo que algunos países poderosos acaparan las vacunas y a los otros que se los lleve la parca.

 

La profecía de Naomi Klein va tomando cuerpo, la crisis generada por la pandemia se va convirtiendo en una nueva oportunidad para repetir la fórmula del capitalismo del desastre o “doctrina del shock”. Se ponen en práctica políticas que profundizan la desigualdad y las élites –clases dominantes- se enriquecen… ¿Más todavía?

 

La tal “nueva normalidad” al principio se presentaba como una novedad. Un año después de la llegada del virus, los datos a la mano indican que no se vislumbra un paraíso prometido; que si no hay un giro trascendente, lo que viene puede ser peor en condiciones sociales y ecológicas que el mundo que dejamos atrás.

 

Como dice Lusbi Portillo, será dura la lucha por la defensa de los suelos, aguas y bosques; y por las distintas formas de vida y cultura. 

 

El reto para cada uno de nosotros es inmenso, colosal. En lo personal, nos toca vencer la adversidad y abrir caminos. Como colectivo o ciudadanía, reclamar que nuestro gobierno ponga el cuidado de la vida en el centro. Eso nada más.

 

- Orlando Villalobos Finol, periodista/ profesor de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212101

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