Francia se retira de Mali, pero sigue devastando el Sahel africano

Las tropas francesas han comenzado a abandonar Mali, pero no van a volver a Francia. Se desplegarán en el vecino Níger, donde continuarán con su misión de impedir la migración a Europa y de luchar contra las víctimas radicalizadas de la austeridad del FMI.

02/03/2022
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El 17 de febrero de 2022, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, convocó una conferencia de prensa en París (justo antes de la sexta cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana en Bruselas) junto con el presidente de Senegal Macky Sall y el presidente de Ghana Nana Akufo-Addo, así como el presidente del Consejo Europeo Charles Michel. En la conferencia, Macron anunció que las fuerzas francesas se retirarán de Mali. Esto significa que Francia y sus aliados europeos comenzarán a reducir “las operaciones antiyihadistas de Barkhane y Takuba, en Mali”. Las protestas en Mali contra la presencia de las tropas francesas parecen haber triunfado, finalmente. 

 
Macron dijo que Francia tenía que retirar sus tropas porque ya no le gustaría “seguir comprometida militarmente junto a autoridades de facto cuya estrategia u objetivos ocultos no compartimos”. En la página web del Gobierno francés apareció una declaración firmada por la Unión Europea (UE) y por la Unión Africana (UA) en la que se afirmaba lo mismo, es decir, que “las autoridades de transición de Mali no han respetado sus compromisos”. 

 
El lenguaje utilizado por Macron e incluido en la declaración de la UA y de la UE evidencian la falta de transparencia sobre las verdaderas razones de la retirada de las tropas. El Gobierno de Mali (“de facto” y “de transición”) llegó al poder mediante dos golpes de Estado: el primero, en agosto de 2020, contra el Gobierno electo, fue dirigido por el coronel Assimi Goïta, líder del Comité Nacional para la Salvación del Pueblo de Mali. Este instaló a Bah Ndaw, un militar, como presidente interino de Mali. Ndaw fue luego derrocado con un segundo Golpe, en mayo de 2021. Goïta asumió el cargo de presidente interino. En junio, los países europeos insistieron en que la nueva junta militar celebrara elecciones antes de febrero de 2022. Goïta dijo que cumpliría este plazo. No lo hizo, dando a la UE y a la UA una excusa para romper los vínculos con el Gobierno de Goïta. 

 
Esta excusa es la misma que están utilizando las potencias regionales para reducir las operaciones en Mali. Sin embargo, los hechos se enturbian cuando se trata de las declaraciones que hizo Francia al respecto. Macron habló de los “objetivos ocultos” de Goïta, pero no profundizó en la acusación. ¿Cuáles podrían ser esos “objetivos ocultos”? 

 
Los problemas de Mali 

 
Los problemas de Mali no empiezan ni terminan con los disturbios en el norte ni con el Golpe militar. Si se le preguntara a Alpha Oumar Konaré, presidente de Mali de 1992 a 2002, contaría una historia diferente. Cuando Konaré asumió la presidencia en 1992, el pueblo estaba agotado por la crisis de la deuda, producida por las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y por el Gobierno militar. Querían algo más. Uno de los asesores más cercanos a Konaré declaró durante su mandato: “Pagamos la deuda de nuestro país puntualmente todos los meses, sin que falte ni un céntimo, y al mismo tiempo el pueblo se empobrece más y más”. 
 

El Gobierno de Konaré pidió una reconsideración al FMI para poder destinar recursos al desarrollo de la parte norte del país; la insurgencia, argumentó Konaré, se enfrentaría mejor con desarrollo que con guerra. El Gobierno de Estados Unidos y el FMI no estuvieron de acuerdo. 
 

Desde que Konaré ocupó la presidencia hasta ahora, los Gobiernos de Mali – tanto civiles como militares – han sido incapaces de elaborar un marco político para hacer frente a las crisis endémicas (sociales y económicas). Es cierto que ha habido una larga rebelión en el norte, que ha unido a los aristócratas ifoghas entre los tuaregs y a las facciones de Al Qaeda surgidas de la guerra civil argelina (1991-2002) y de la destrucción de Libia (2011-2012); ninguno de los muchos acuerdos de paz ha funcionado. Esto se debe, en gran medida, a que simplemente no hay dinero en Bamako, la capital de Mali, para prometer el tipo de desarrollo necesario para reparar un millón de frustraciones. Menos comentados, pero igualmente ciertos, son los devastadores indicadores sociales del resto de Mali, donde el hambre y el analfabetismo parecen normales en los bidonvilles (barrios marginales) de Bamako. 
 

La intervención occidental en gran parte de África no se ha traducido en una ayuda económica beneficiosa para la región. Esta asistencia ha llegado a través de las políticas de austeridad del FMI y la ayuda militar. 
 

La intervención militar de Francia en Mali en 2013 vino acompañada de la construcción, en 2014, de un proyecto militar en todo el cinturón del Sahel llamado G5 Sahel (incluye Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger). Los militares de cada uno de estos países recibieron ayuda y sus oficiales recibieron formación. No es sorprendente que Goïta, por ejemplo, recibiera entrenamiento de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Burkina Faso junto con el coronel Mamady Doumbouya, responsable del golpe de Estado en Guinea en septiembre de 2021; tampoco sorprende que el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, de Burkina Faso, se entrenara junto a estos hombres y diera un golpe de Estado en su país en enero de 2022; y tampoco sorprende que en Chad, el “General Kaka” (Mahamat Idriss Déby Itno), hijo del anterior presidente, fuera investido presidente por los militares en lo que fue efectivamente un Golpe de Estado en abril de 2021. Tres de los países del G5 del Sahel – Burkina Faso, Chad y Mali – están ahora dirigidos por un Gobierno militar (las autoridades de Níger frustraron un golpe de Estado en marzo de 2021). 
 

Todos los lamentos sobre por qué hay tantos intentos de golpe de Estado en África en estos días no conectan los puntos: los Estados occidentales no permiten ninguna agenda fuera del modelo de austeridad del FMI, que prefieren fortalecer las fuerzas militares en la región en lugar de permitir que se abra un verdadero proceso social democrático en estos países africanos. 
 

Malestar con las intervenciones occidentales 
 

En octubre de 2021, el actual primer ministro de Mali, Choguel Kokalla Maïga, declaró a un medio de comunicación ruso que su Gobierno tenía “pruebas” de que los franceses están entrenando a grupos terroristas como Ansar Dine. Según su entrevista, Francia habría creado un “enclave” en la región de Kidal en 2013. “Tienen grupos militantes allí, que fueron entrenados por oficiales franceses”, dijo Maïga. Kidal está en el norte de Mali, no muy lejos de sus fronteras con Argelia y Níger. 
 

Nada de lo que dijo Maïga debería haber sorprendido a nadie. El exembajador de Francia en Mali, Nicolas Normand, hizo algunos comentarios similares en 2019 cuando publicó su libro sobre el continente, Le grand livre de l’Afrique. Normand dijo a Radio France Internationale que el Gobierno de Macron forjó lazos con el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad y con los aristócratas de la región de Ifoghas para evitar que hicieran un rápido avance hacia Bamako. Francia quiso enfrentar a los “grupos armados buenos” con los “grupos armados malos”, pero al final no vio que ambos grupos eran terribles para Mali. Este enfoque, combinado con las víctimas civiles de las operaciones militares francesas (22 civiles murieron cuando Francia bombardeó una boda en Bounti en 2021, por ejemplo), alejó a la población de Mali de Francia. 
 

Las tropas francesas han comenzado a abandonar Mali, pero no van a volver a Francia. Se desplegarán en el vecino Níger, donde continuarán con su misión de impedir la migración a Europa y de luchar contra las víctimas radicalizadas de la austeridad del FMI (que a menudo vienen en forma de jóvenes frustrados, algunos de los cuales se vuelven terroristas). Los ojos de Macron están puestos en las elecciones presidenciales francesas, previstas para abril de este año, y en las crecientes tensiones en respuesta a la intervención militar de Rusia en Ucrania. 
 

Mientras tanto, el pueblo de Mali salió a las calles para celebrar la salida de los franceses. Curiosamente, muchos de los carteles daban las gracias a los rusos. ¿Quizás la entrada de ayuda rusa y mercenarios sean los “objetivos ocultos” a los que se refería Macron? 

https://www.alainet.org/es/articulo/215030
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