“Oda al pueblo peruano” (en labios de Ernesto Guevara)

´´Constituimos una única raza mestiza que, desde México hasta el estrecho de Magallanes, presenta similitudes etnográficas notables. Por eso mismo, tratando de liberarme del peso de cualquier provincialismo, brindo por el Perú y por una América unida(Ernesto Guevara)´´.

23/06/2021
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Por tradición histórica latinoamericana, el Perú siempre ha irradiado una fuerte, variada y cautivante influencia hacia toda la región sub continental.

 

Y muchas fuentes nos informan que el pensamiento, la vida y la obra política de Ernesto Guevara no fue la excepción. Él también recibió sus múltiples influencias, tanto en los momentos mismos en los que estuvo de visita en ese país (en 1952 y en 1953), como la que siguió recibiendo por diversos medios indirectos.

 

Si bien es cierto lo que dice la guatemalteca Myrna Torres (quien fuera amiga muy cercana de El Che desde fines de diciembre de1953), al periodista Coco López, respecto a la traumática experiencia sufrida por Ernesto y el resto del pueblo guatemalteco, al haber vivido en carne propia el violento derrocamiento del gobierno democrático encabezado por Jacobo Árbenz Guzmán, en junio de 1954 (hace exactamente 67 años), “hizo crecer políticamente a Ernesto) (2), también es cierto lo que nos dice el profesor y escritor cubano Julio Llanes; “Al culminar su primer viaje por Latinoamérica (esto fue, un año antes de la experiencia guatemalteca), el joven Ernesto Guevara sufrió una transformación humana, política y social decisiva” (3).

 

En otras palabras, tal y como está abundantemente documentado, desde el primer instante en el que el joven Ernesto (que aún no terminaba siquiera de graduarse de médico), entró en contacto directo con el mundo indígena peruano, este recibió un poderoso impacto en su proceso personal de maduración política y de conciencia social e histórica.

 

La propia Myrna Torres nos indica que pocos meses después de que Ernesto hubiera visitado por primera vez el Cuzco, y en particular la zona arqueológica de Machu Picchu, “él escribió y publicó un artículo que intituló: “¡Ciudadanos de América, a reconquistar el pasado!” (4).

 

Mariátegui también

En todo esto se evidencia también la innegable influencia que desde antes de que Ernesto decidiera emprender sus dos viajes por tierra a lo largo de Latinoamérica, ya había ejercido en él la obra y las ideas del brillante pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui, hecho que Hilda Gadea, otra peruana y revolucionaria, pone en evidencia, cuando al poco tiempo de conocerlo, recién el argentino había llegado a la ciudad de Guatemala a fines de diciembre de 1953.

 

Hilda Gadea lo narra en sus propias palabras:

“(…) como a todos los latinoamericanos y argentinos en particular, quería (Ernesto) ir a París. Le hice un poco de broma al respecto, diciéndole que lo que deseaba conocer era la vida bohemia y los cafés parisienses, recomendándole que leyera como hay que estudiar a Europa. Entonces comentamos “Alma Matinal” y “Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (5).

 

La arqueología crítica de Ernesto.

Otra fuente decisiva de influencia peruana sobre el joven Ernesto (en su etapa pre-combatiente), fue el estudio y las visitas a los sitios arqueológicos más emblemáticos de la antigua civilización Incaica, interés que en él iba más allá de la fría y superficial aproximación turística o meramente académica.

 

Como dice Julio LLanes; “Ernesto Guevara estudió la historia de América en la universidad especial de las lecturas y los viajes en los escenarios reales y en los libros. Guevara expresó sobrecogido por el evidente genocidio de los aborígenes peruanos:

“(…) los templos del Inti cayeron hasta sus cimientos o sus paredes sirvieron para el asiento de las iglesias de la nueva religión” (6).

 

A Cintio Vitier, en su prólogo a “Notas de viaje” (Editorial Abril, La Habana, 1973, pp. 3-16), citado siempre por J. Llanes, tampoco se le escapó la aguda interpretación histórico-política que Ernesto hiciera sobre lo encontrado por él en el Cuzco y en el Machu Picchu (lugares donde además Ernesto aprovechó para leer “El imperio socialista de los Incas”, de Lowis Bouturs) (7), y replica lo escrito en su momento por Ernesto:

 

“Coronando un cerro de agrestes y empinadas laderas, a dos mil ochocientos metros sobre el nivel del mar y cuatrocientos sobre el caudaloso Urubamba (…) se encentra una antiquísima ciudad de piedra, que por su ampliación, ha recibido el nombre del lugar que la cobija, Machu Picchu.  Conformémonos, por ahora, con darle a la ciudad los dos significados posibles: para el luchador que persigue lo que llama quimera el de un brazo extendido hacia el futuro, cuya voz de piedra grita con alcance continental: ¡ciudadanos de Indoamérica, reconquistad el pasado!, para otros, aquellos que simplemente huyen del mundanal ruido, es válida una frase anotada en el libro de visitantes que tiene el hotel: “I am lucky to find a place without a Coca Cola propaganda” (8).

 

Por otra parte, lo que Ernesto encuentra en Machu Picchu le sirve para describir de cuerpo entero la práctica del neocolonialismo en su versión arqueológica, y dice (o escribe) al respecto lo siguiente:

“Aquí hay una parte triste. Todas las ruinas quedaron limpias de malezas, perfectamente estudiadas y descritas y… totalmente despojadas de cuanto objeto cayera en manos de los investigadores, que llevaron triunfalmente a su país más de doscientos cajones conteniendo inapreciables tesoros arqueológicos y también, por qué no decirlo, importante valor monetario (…). ¿Dónde se puede admirar y estudiar los tesoros de la ciudad indígena?  La respuesta es obvia: en los museos norteamericanos” (9).

 

El Perú como campo de entrenamiento científico y humanitarismo dignificante.

 

Otra vertiente de esta influencia que hemos venido citando a lo largo de este artículo, se relaciona con el interés y las actividades (aunque efímeras) que Ernesto desarrolló brevemente como investigador médico-científico, y la práctica que pudo realizar durante al menos dos semanas continúas e intensas, de su humanitarismo dignificante, en particular, durante su estancia en el Leprosorio San Pablo (en las márgenes del Amazonas).

Tal y como está muy bien documentado, en ese lugar Ernesto convivió con los enfermos de lepra en medio de abrazos, juegos de futbol y toques de manos, sin usar ningún tipo de guantes ni otro avituallamiento de protección biomédico, equipo especial y hasta cierto punto anti-humano, con el cual habitualmente el personal médico-administrativo del lugar se enfundaba y mantenía distancia de los enfermos.

 

De esa cuenta, Myrna Torres, apunta en su voluminosa obra auto biográfica (publicada hace poco aquí en la Ciudad de Guatemala), lo siguiente:

“A lo largo de su viaje por tierra desde Buenos Aires hasta Quahutlemalan (Guatemala) en condiciones de verdadero hijo del pueblo, muchas veces pasando hambre, durmiendo junto a los mineros, comiendo en fondas baratas, conviviendo con leprosos… (10).

“El dilema de Guatemala… y de Perú.

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En ocasión de los trágicos sucesos que dieron al traste con el gobierno democrático encabezado por Jacobo Árbenz Guzmán, en junio de 1954, Ernesto escribió un artículo que tituló “El dilema de Guatemala”.  Allí, Ernesto dice:

“La vieja disyuntiva de Hamlet suena en mis labios a través de un poeta de América: “Guatemala, “¿eres o no eres o quién eres?”

Parafraseando esa misma expresión, hoy mismo, en este mes de junio del 2021 (en el que además rememoramos el golpe del imperialismo gringo y militares criollos que traicionaron al pueblo guatemalteco), perfectamente podríamos parafrasear esa misma pregunta que Ernesto se hiciera hace 67 años:

“Perú, ¿eres o no eres o quién eres?”.

 

1. “De médico a combatiente: el tercer viaje de Ernesto Guevara de la Serna”; Myrna Torres Rivas, Editorial Amerrisque, Managua Nicaragua, 2017, pp. 21-22).

2. “Che, el rosarino”, Coco López, Editorial Ross, Santa Fe, Argentina, 2008, p. 140.

3. “Che, entre la literatura y la vida”; Julio M. Llanes, Instituto Cubano de Investigación Cultural, La Habana, Cuba, 2010, p. 64.

4. Myrna Torres, Op. Cit, p. 27.

5. “Mi vida con el Che”; Hilda Gadea Acosta, Editorial 50 años de la Gesta Heroica del Che, Lima, Perú, marzo 2017, pp. 32-33.

6. J. Llanes, Op. Cit, p. 75.

7. J. Llanes, Op. Cit, p. 63.

8. J. Llanes, Op. Cit, p. 71.

9. J. Llanes, Op. Cit, 71.

10. “Mi vida en primaveras”: Myrna Torres Rivas, Servi Prensa, Ciudad Guatemala, 2016, p. 282.

https://www.alainet.org/es/articulo/212769
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