Olimpiadas y política: mens sana in corpore sano

06/08/2020
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En la antigüedad, los diversos Juegos representaban fiestas colectivas y se basaban en su sentido trascendental de la glorificación del esfuerzo humano, el orgullo de los atletas y la ciudad a la que representaban. Las competencias que se hacían en el siglo XVIII a.C, se reducía a la búsqueda de la rama de olivo, la gloria olímpica y el reconocimiento de sus conciudadanos. Algo de eso se mantuvo en los Juegos Panamericanos celebrados en Lima, el 2019.

 

Han pasado muchos siglos, hasta que se retoma la filosofía olímpica a partir del Movimiento Olímpico y la conformación en 1894 del Comité Olímpico Internacional, por el Barón de Coubertin. En 1896, se realizaron los primeros Juegos Olímpicos en Atenas. Desde esa fecha, han transcurrido más de 20 Juegos Olímpicos, y el próximo que se realizara, COVID mediante, en Japón el 2022 (35 deportes, 30 disciplinas). Asimismo, se han difundido juegos de verano y de invierno, los juegos paralímpicos y los juegos de la juventud.

 

Hubo un momento que el deporte comienza a llamar la atención de empresarios, lo que ha generado que, en paralelo, se haya producido una progresiva y creciente profesionalización del deporte, de acuerdo a cada rama deportiva: la NBA americana, la FIFA y los Mundiales de fútbol, el box profesional, por citar algunos de importancia global. Ropas, negocios, publicidad, trasmisiones de eventos deportivos, resultan siendo ahora más rentables que el propio acto deportivo. Esto también ha afectado al proceso olímpico, cuando a partir de 1972, durante la presidencia de Samaranch, el COI comenzó a aceptar el tema de la trasmisión televisiva de los Juegos Olímpicos (3,500 millones vieron Barcelona 92) y la aparición de los patrocinadores, de forma cada vez más visible. Finalmente, la internet ha abierto aún más, el panorama de atención por parte de los individuos.

 

En 1936, Hitler intentó vanamente utilizar el deporte para visibilizar la “superioridad racial”, fracasando ante los récords de Jesse Owens y la victoria peruana sobre la selección de fútbol de su protectorado austriaco.  Durante la época de la “Guerra Fría”, el frente olímpico se convirtió en un escenario de confrontación deportiva, con ribetes políticos. Múnich y los ataques allí ocurridos fueron un hito inolvidable. En lo sucesivo, se produjeron boicots parciales, debido a diversos asuntos de orden político, como es el caso de Taiwán, el apartheid sudafricano y otros. Lamentablemente, 1980 fue un hito de interferencia de la política en los asuntos estrictamente deportivos con el boicot producido a las Olimpiadas de Moscú. A partir de allí, las cuestiones deportivas no volverían a ser las mismas. Se han venido produciendo sucesivas interferencias, según el calendario y los escenarios geopolíticos internacionales: es el caso de lo ocurrido en 1916, 1940 y 1944, como consecuencia de las dos guerras mundiales que impidieron la realización de los Juegos Olímpicos.

 

Por otro lado, la búsqueda del triunfo deportivo ha promovido sucesivas mejoras tecnológicas en los uniformes e implementos diversos (caso de las ropas de baño), pero también las acciones de seres humanos de carne y hueso que han utilizado los avances médicos para mejorar su performance. Pero el tema del dopaje se ha convertido en un instrumento de presión, en una moneda de dos caras que es utilizado con fines de desacreditar un determinado país. Lamentablemente, han sido frecuentes casos de complicidad de organismos internos (federaciones), dependientes políticamente y prestos para ocultar hechos. Pero lo que más llama la atención, es el uso de criterios extradeportivos por parte del máximo organismo internacional, la World Antidoping Agency (WADA, 1999 sede Canadá) para intentar mellar la imagen de deportistas de un solo país, como en su momento ocurrió con el futbolista boliviano (Miguel Ángel Rimba, 1994) y Paolo Guerrero de Perú (2016) por uso casual o intencionado de la hoja de coca. De forma similar, han ocurrido intentos similares como lo demuestran las acusaciones más recientes ataques contra deportistas rusos. 

 

No obstante, existen hechos tan o más graves, que no han sido objeto de la misma atención internacional, como es el caso del ciclista norteamericano Lance Armstrong. Por otro lado, tenemos el caso de abuso sexual en la gimnasia de los EE. UU que se produjo a lo largo de una buena cantidad de tiempo. Otro caso es el del ciclista norteamericano, Lance Armstrong. En un futuro post pandemia, la comunidad internacional merece unos Juegos que estén ajenos a la interferencia política -cualquiera que esta sea-, y que recupere reglas equitativamente aplicables con el principio de neutralidad, para todos sin excepción. Por un deporte con mente y cuerpo sanos.

 

Doroteo Arango

Analista peruano en materia internacional

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/208325
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