El cine como ventana para observar la realidad social

13/07/2020
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Conocer la sociedad y sus múltiples facetas y problemáticas, supone dialogar en clave multidireccional con el arte, el cine, la religión, el sentido común, la poesía, y demás saberes que se esfuerzan por representar al mundo.

 

Tomando en cuenta este argumento, el cine –especialmente el realizado a partir de altos estándares artísticos y que deja de lado lo espectacular y el banal entretenimiento– es una mirada al mundo y a su realidad contradictoria, disruptiva y distópica. Como arte que condensa imaginación, historia, diálogo, música, imagen y tecnología, el cine logra desentrañar la esencia de los personajes, con sus luces, sombras y matices.

 

El cine es una ventana al mundo fenoménico y a las emociones de seres cuya vida fluctúa entre lo convulso y la incertidumbre. Con su lentilla es posible captar la biografía de los sujetos y la proyección histórica de sus decisiones y acciones. Al tiempo que se escudriña en sus laberintos, dicotomías y sueños. Como praxis artística, el cine realiza una (de)construcción de la realidad y la desestabiliza al cuestionarla y al configurar respuestas en torno al acontecer humano.

 

El cine ayuda a observar el bosque sin perdernos y evita topar contra alguno de sus frondosos árboles que, por sí solos, empañan la mirada respecto a la totalidad de la vida social. A su vez, el cine es el arte que condensa lo real y lo imaginario; la creatividad y la recreación. Es el arte que sintetiza lo posible y lo que está más allá de los límites de la imaginación. Es, además, un testimonio del acontecer histórico y una vía para desentrañar el sentido de la naturaleza humana. Es un dispositivo de la praxis política para construir esperanza y apelar a la diversidad cultural y a la comprensión de los múltiples estilos de vida. Particularmente, ante el sectarismo, el negacionismo y el oscurantismo conservador, el cine de arte está llamado a alzar la palabra y la imagen más allá de sus murallas para denunciar la hecatombe y la crisis civilizatoria contemporánea, signada por el síndrome de la desconfianza y el vértigo del odio, el rumor y la mentira que se fundamentan en la indiferencia y la atomización de la sociedad.

 

Desde el cine, se cuestionan realidades irreverentes e indomables para cualquier filosofía o teoría social que pretendan desentrañar la naturaleza humana. Más aún, el cine de arte abre sus compuertas a un río caudaloso de emociones, sentimientos, cosmovisiones, vivencias, experiencias y calvarios que dibuja vastos escenarios de esa esencia humana. En ese escenario, los rostros del cine remiten a personajes envueltos en encrucijadas y convulsiones emocionales que desnudan la naturaleza, entrañas y matices del ser humano. Sin ese trazo aproximado, sería imposible la autorrepresentación de la sociedad. El cine, en sus formas refinadas y artísticas, puede representar una convincente crítica a las convenciones de la sociedad y a sus contradicciones. Como praxis que supone el ejercicio de ese pensamiento crítico, abre un abanico de posibilidades para el ejercicio de la utopía y la imaginación creadora.

 

El sincretismo del cine nos posiciona ante múltiples y diversas miradas, capaces de evidenciar las entrañas del intrincado ser humano. Esas miradas se inscriben en herencias culturales y en cosmovisiones que aprehenden la realdad desde una óptica particular, aún a riesgo de invisibilizar otras dimensiones y concepciones de la misma.

 

El cine es la fusión de múltiples artes que, a su manera, pretenden representar los avatares de los individuos y las contradicciones sociales; incluida la polarización que es propia del patrón de acumulación y las relaciones de poder vigentes. Música, teatro, danza, pintura, literatura, poesía, arquitectura, entre otras artes, son atraídas por el cine para conducir –con base en esa unión– la imagen hacia la excelsitud y la vehemencia. De ahí que sea un crisol dotado de visiones particulares respecto a la realidad.

 

Con su potencial creador, el cine construye y transmite ideas con la finalidad primordial de perfilar sentimientos, posicionamientos, pensamientos y reflexiones en torno a la vida y sus avatares. No es un dispositivo para evadirnos de la realidad, para reconfortarnos ante sus problemáticas e, incluso, para legitimarlas y encubrirlas, tal como lo procura el cine convencional y comercial de los altos presupuestos y efectos especiales, que subsume la creatividad humana a la tecnología.

 

En suma, el cine de arte es un lenguaje empleado por las sociedades para conocerse a sí mismas (para autorrepresentarse, decíamos); al tiempo que estimula miradas, deleita el oído y cultiva la imaginación y la reflexión. Supone una dialógica que, si bien aprehende el sentir y emociones de los individuos en concreto, lo mismo evidencia problemas públicos que ameritan un abordaje desde el Estado y las políticas públicas. Es ese el carácter subversivo del cine como arte que evidencia lo que, a primera vista, puede parecer encubierto, invisible y silenciado.

 

Taxi Driver; Born on the Fourt of July; Relatos Salvajes; Un Cuento Chino; El Secreto de sus Ojos; Le Scaphandre et le Papillon; Adiós a mi Concubina; París, Texas; Raging Bull; Nuovo Cinema Paradiso; Good Bye, Lenin!; The Elephant Man; Dogville; The Broken Circle Breakdown; Le huitième jour; Goitia, un Dios para sí mismo; Dancer in the Dark; A Clockwork Orange; Pulp Fiction; Nixon; La Fiesta del Chivo; Surviving Picasso; The Game; Todo sobre mi madre; Natural Born Killers; American History X; Antichrist; The Shawshank Redemption; Brokeback Mountain; Gran Torino; The Prince of Tides; Hoffa, un pulso al poder; Magnolia; Mar adentro; Mi nombre es Harvey Milk; Sleepers; Tsotsi; Van Gogh, a las puertas de la eternidad; Midnight Cowboy; Trainspotting; entre otras, son ejemplos de obras cinematográficas que apuestan por la libertad creativa y el vuelo imaginativo para representar temáticas controvertidas y convulsas que evidencian el sentido de la vida, las emociones y decisiones de los personajes.

 

Son obras que abren la posibilidad para pensar la tensión entre el individuo y las estructuras sociales, y para reflexionar en torno a las posibilidades orientadas a la construcción de alternativas de sociedad. Estas manifestaciones del llamado séptimo arte bien podrían abonar a la mínima cultura ciudadana que se requiere para pensar el futuro y para enfrentar las contradicciones sociales.

 

Isaac Enríquez Pérez

Académico en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Twitter: @isaacepunam

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207832
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