Bolsonaro aprovecha el coronavirus para apuntalar el extractivismo
- Opinión
El presidente Jair Bolsonaro está aprovechando el coronavirus como una oportunidad para apoyar la expansión de la agroindustria y la minería cuando el pueblo brasileño está conmocionado ante la interminable expansión de la enfermedad mortífera.
Cabe recordar que las empresas multinacionales brasileñas se han expandido en grandes mercados aumentando sus deudas externas. En el período 2009-2020, la deuda externa privada pasó de 109,894 a 205,437 millones de dólares de acuerdo con los datos del Banco Central de Brasil. Asimismo, la moneda se devaluó con respecto al dólar pasando de 2 a 5.31 reales por dólar en el mismo período. En consecuencia, la carga de la deuda externa aumentó dado que las empresas obtienen una gran parte de sus ingresos en reales en el mercado local por lo que necesitan percibir más ingresos para compensar la devaluación de la moneda.
En el sector del agro-negocio, varias empresas brasileñas extendieron sus operaciones entrando a nuevos mercados como Estados Unidos, Europa y China con los ingresos que obtuvieron a través del endeudamiento. Por ejemplo, la empresa de alimentos JBS se consolidó en Estados Unidos absorbiendo a Pilgrim’s Pride, Swift y Cargill aparte de que compró la firma irlandesa Moy Park entrando al mercado europeo. También la productora de soja Amaggi se internacionalizó en Argentina, Paraguay, Noruega y Suiza. Otro caso es el de Brasil Foods que empezó a extenderse a Argentina con la compra de Avex y Dánica para luego expandirse a Asia en diversas naciones como Singapur, China, Tailandia y Malasia.
El impacto negativo del coronavirus fue compensado con la aparición de la fiebre porcina en China que incrementó las ventas de los conglomerados brasileños que se dedican a la comercialización de alimentos. Por mencionar algunos casos, la productora de alimentos JBS ha aumentado sustancialmente sus ingresos por la venta de carne al gigante asiático puesto que la fiebre porcina redujo la producción de carne en varias provincias chinas. También la fiebre porcina ha incentivado a los campesinos chinos a usar alimentos como la soja para alimentar a su ganado en lugar de residuos alimenticios que expandirían la propagación de la enfermedad. Otros productos alimenticios han sido favorecidos como el azúcar, arroz y nueces por lo que las empresas están aprovechando esta oportunidad para incrementar sus ganancias y pagar sus deudas pero también para mantener su expansión en los mercados internacionales.
Como resultado, la estructura comercial de Brasil se ha modificado con las compras del gigante asiático. De acuerdo con el Observatorio de Complejidad Económica, la soja y sus productos derivados como el aceite y la harina tuvieron la mayor expansión en el comercio exterior representando casi un tercio de las exportaciones totales en mayo del año en curso. Aparte los sectores de azúcar, carne bovina y cerdo aumentaron su participación a un diez por ciento de las exportaciones totales. En contraste, las industrias más afectadas fueron las autopartes, el aeroespacial, el petróleo y la pulpa de madera, entre otros. En esencia, el agro-negocio ha apuntalado sus ganancias en tanto que la industria está sufriendo una estrepitosa caída con el coronavirus.
Esto ha modificado la importancia de los socios comerciales de Brasil ya que China concentró un cuarenta por ciento de las ventas totales en el mes de mayo mientras que Estados Unidos acumuló un ocho por ciento de las exportaciones de Brasil. Esto es un reflejo de las diferentes relaciones de Brasil con ambas potencias. Con Estados Unidos, la diminución de las ventas se concentró en petróleo, autopartes, aeronaves y minerales por la recesión de la industria norteamericana. Por el contrario, la demanda de alimentos ha aumentado en China de suerte que la relación económica se ha fortalecido a pesar de la propagación del coronavirus.
Sin embargo los empresarios del agro-negocio están enriqueciéndose con las ventas al gigante asiático poniendo en riesgo la vida de los trabajadores brasileños con la irrupción del coronavirus. En las plantas procesadoras de carne, muchos trabajadores han sido diagnosticados positivamente con coronavirus por las condiciones de confinamiento en que realizan su trabajo. Por si fuera poco los empleados, al manipular una gran cantidad de carne, sufren quemaduras y lesiones musculares. Además los productores de carne como JBS mantienen a los animales en condiciones inaceptables que sufren estrés, aislamiento y maltratos en las plantas industriales.
La exportación masiva de alimentos amenaza la preservación de las regiones naturales en estados productores de alimentos como Paraná y Río Grande del Sur así como la Amazonía en el estado de Mato Grosso. Cabe recordar que la producción de soja junto con la ganadería ha producido una gran deforestación en las áreas naturales en donde recientemente se produjeron graves incendios a causa de los efectos del cambio climático. La elevación de la temperatura producida por el cambio climático tiene repercusiones negativas como sequías prolongadas, desaparición de glaciares y extinción de especies que han sido advertidas por grupos ambientales.
El mismo caso se repite en la minería en la cual las empresas brasileñas multinacionales están aprovechando el coronavirus para profundizar el extractivismo en áreas protegidas. En una reunión a finales de mayo de este año, el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, le comentó al presidente Jair Bolsonaro que la pandemia era una oportunidad para impulsar la desregularización de la política ambiental considerando que la atención de los brasileños se centraba en la pandemia. Tomando en cuenta que la población está conmocionada por el número de fallecimientos a causa del coronavirus, la resistencia de los pueblos en contra los proyectos mineros se encuentra debilitada para combatir a las empresas brasileñas.
Como prueba de ello, el presidente Bolsonaro mandó una iniciativa (PL 191/2020) al Congreso en febrero de 2020, que tiene como propósito reglamentar la explotación de minería, generación de energía eléctrica, petróleo y gas natural en los territorios indígenas. La parte controvertida de la iniciativa es que establece el requerimiento de estudios técnicos de los proyectos propuestos por la iniciativa privada, pero deja de lado las consultas a los pueblos indígenas. En caso de controversias con las comunidades indígenas, el presidente tendrá la facultar de aprobar el proyecto en caso de la ratificación del Congreso.
En consecuencia, las comunidades indígenas no tendrán poder de veto sobre los proyectos a pesar de ocasionar daños irreversibles al medio ambiente y continuar el genocidio de los pueblos indígenas. Esta iniciativa además es inconstitucional puesto que la Constitución estipula que los pueblos indígenas tienen el control y disfrute exclusivo de sus territorios y riquezas. La aprobación de la iniciativa es crucial para la ejecución de los proyectos mineros que sin duda alguna ocasionarán daños al medio ambiente y agravarán la desaparición de los pueblos indígenas. Además la realización de los proyectos aumentará el número de contagios en las regiones marginadas en donde la población enfrenta mayores dificultades para acceder gratuitamente a servicios de salud.
Entre los proyectos mineros prioritarios de la administración de Jair Bolsonaro se encuentran la extracción de uranio, fosfato, potasio y oro. El uranio será extraído en el estado de Minas Gerais con el propósito de incrementar la generación de energía nuclear. El gobierno brasileña planea también concluir la central Angra III aparte de comenzar a construir seis reactores nucleares en el municipio de Itacuruba en Pernambuco. La energía nuclear ha recibido críticas por la expulsión de los pueblos indígenas además de los riesgos ambientales y humanos como se mostró con la catástrofe de Fukushima. En este sentido, varios analistas brasileños han advertido que la construcción de centrales nucleares obedece más bien a la prioridad del gobierno de beneficiar a los conglomerados internacionales que se dedican a la construcción de infraestructura de energía nuclear aparte de las empresas constructoras brasileñas.
En cuanto al fosfato y potasio, los minerales son actualmente importados para la producción de fertilizantes por lo que el gobierno brasileño desea extraerlos para reducir la dependencia de las compras en el exterior. La compañía Brasil Potasio ya empezó sus actividades de exploración en el municipio Autazes en Amazonas para extraer potasio, pero las consultas a los pueblos indígenas no fueron realizadas. Los desechos minerales tienen el riesgo de contaminar sustantivamente los ríos por lo que las comunidades serían afectadas al quedarse sin agua para sus actividades económicas y uso personal. Por añadidura, el gobierno lanzó licitaciones para la extracción de fosfato en los estados de Pernambuco, Paraíba y Goiás en donde habitan pueblos indígenas en regiones naturales protegidas.
En síntesis, el presidente Jair Bolsonaro está aprovechando el coronavirus para apuntalar el extractivismo que beneficiará a la agroindustria y la minería. Pero la crisis económica puso claro que el desarrollo económico no puede ser conseguido favoreciendo la expansión de las empresas multinacionales brasileñas a costa de degradar las condiciones de vida de los brasileños.
Ulises Noyola Rodríguez
Colaborador del Centro de Investigación sobre la Globalización.
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