El Perú entre el caos social y la debacle productiva

17/03/2020
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Foto: diariocorreo.pe
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El estado de emergencia de Vizcarra contra el coronavirus puede terminar siendo un remedio peor que la enfermedad.

 

A las 8 pm del domingo 15 de marzo el presidente Martín Vizcarra decretó que el Perú entrase a un estado de emergencia en el cual se suspenden las libertades de tránsito y de reunión, así como la inviolabilidad de los domicilios. Por primera vez en la historia nacional se ha aplicado el inmediato cierre total de todas las fronteras y el aislamiento social obligatorio por el lapso de 15 días. Menos de 4 horas después el gobierno ordenó la implementación de estas medidas y prohibió cualquier clase de actividad laboral en el sector público y privado, a menos que sea de algunos sectores de emergencia.

 

Esta situación va a golpear profundamente a los trabajadores y a los sectores más necesitados. De un plumazo y sin que puedan planificarlo de antemano a la gente se le obliga a no ir a trabajar. No queda claro cómo serán las remuneraciones de los sectores asalariados, pero no se ofrece ninguna clase de bonos o compensación monetaria a la mayoría trabajadora del país que son autónomos, informales o pequeños propietarios. Mucha de esa gente no puede sobrevivir sin ir cada día a trabajar más de 8 horas seguidas. El cronograma de actividades de todos ha quedado completamente alterado en cuestión de horas.

 

De forma totalmente repentina se paralizan casi todas las fábricas y empresas. Esto va a implicar un durísimo golpe a la producción y economía nacionales. Van a quedar especialmente devastados los sectores de minería; turismo; viajes y hotelería; transporte, restaurantes y centros sociales; textiles; petróleo; servicios; molls, bazares y almacenes de ropa, recreación, muebles, electrodomésticos y otros productos; pesqueros; madereros; etc.

 

Se quiere hacer frente al problema del coronavirus en base al extremo sacrificio de los trabajadores y sectores populares, pero sin afectar tanto a las grandes corporaciones. Si el objetivo es disponer de la mayor cantidad de servicios médicos para los potenciales casos de infectados lo más indispensable debe ser aplicar medidas de intervención del Estado sobre las grandes cadenas de fármacos y clínicas privadas. A ninguna de éstas se les pone bajo un control temporal o parcial estatal y menos aún se les nacionaliza.

 

Una congresista dijo que en el sistema nacional de salud solo hay 250 camas de Unidad de Cuidados Intensivos, algo totalmente insuficiente para controlar un gran brote. El Estado, sin embargo, no quiere intervenir en el poderoso sector privado que tiene más de éstas.

 

A fin de proteger a la población de la amenaza del coronavirus un Estado que se preocupe en su propia población humilde debe garantizar la distribución masiva en todos los lugares, casas y centros laborales de máscaras, jabones, gels, kits, vitaminas, frutas y alimentos. Igualmente debe haber una masiva inversión en higiene. Basta ver la situación de Chiclayo, una de las principales ciudades del país, que está llena de basurales que se pudren en el sol debido a la corrupción y malversación de fondos que ha conducido a varios de sus ex alcaldes a la cárcel.

 

A los trabajadores se les asigna un rol pasivo y se les busca atomizar obligándoles a quedarse en sus casas. La mejor salida es dar más poder a ellos para que puedan crear comisiones de control sanitario en todos los barrios y empresas.

 

Se supone que las medidas de Vizcarra son extremas para buscar paralizar la expansión del virus. No obstante, estas mismas van a acrecentar la pobreza, el alza de precios, la especulación, el desabastecimiento, la desnutrición y el caos, algo que podrá ser caldo de cultivo para el virus. Además, el descontento que puede provocar entre los informales y los desesperados puede conducir a protestas radicales, saqueos, desmanes o disturbios de toda índole.

 

La forma en la cual Vizcarra ha respondido a la crisis del coronavirus es una que no solo no cuestiona al modelo neoliberal de distribución inequitativa de la riqueza, sino que, incluso, agrava dicho modelo. A la postre pueda que los peruanos no acaten esas medidas o que el remedio de Vizcarra podría convertirse en algo peor que la enfermedad.

 

Si bien inicialmente muchos sectores políticos, empresariales y sociales puedan simpatizar con esas acciones radicales, es muy probable que se ha de generar una ola de fuertes presiones a fin de ir retaceando varias de esas medidas, mientras que el Perú puede estar al borde de un colapso productivo o de un caos social.

 

Isaac Bigio

Analista internacional

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205282
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