Crypto AG: ¿el fin de la neutralidad suiza?

12/03/2020
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Foto: CRYPTO
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Crypto AG es un compañía suiza dedicada a la encriptación de información que vendió sus productos y servicios a los gobiernos de 120 países (incluyendo el peruano) y al Vaticano, todo mientras era dirigida en secreto por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense y los servicios secretos alemanes, sus verdaderos dueños. Durante décadas –desde 1970 hasta bien entrado ya el siglo XXI–, los agentes de inteligencia tuvieron acceso a todo lo que los clientes de Crypto AG cifraban, en una de las operaciones de espionaje más exitosas de la historia.

 

Muchos analistas coinciden en que las operaciones de esta compañía demuestran que la neutralidad suiza sería poco más que una fachada.

 

Pero, ¿acaso existen realmente las naciones neutrales? Para abordar esta cuestión tendríamos que preguntarnos, en primer lugar, si sobre el ámbito político internacional impera la fuerza o el derecho. Porque se requiere soberanía para asumir una posición neutral y que esta sea respetada por gobiernos más poderosos.

 

Tratando el mismo caso, una periodista de la BBC (16/02/20) lo plantea así: “La neutralidad… no es un campo de fuerza que mantiene fuera a los enemigos. No es una palabra mágica que puedas entonar para que los malos te dejen en paz… En la Segunda Guerra Mundial, Suiza hizo toda clase de cosas para asegurarse de que sus vecinos mantuvieran la distancia” (como comprar oro nazi o proveer a los ejércitos de Hitler y Mussolini de armamento).

 

Siguiendo esa lógica y asumiendo que la realidad política internacional tiene más que ver con la imposición forzosa que con un derecho internacional respetado por todas las partes, lo racional sería especular que la “neutralidad” –la de Suiza o de cualquier otra fuerza menor– sería pura fachada. La razón no residiría en la misma Suiza, como sugerimos, sino en las potencias que, pudiendo coaccionar a esa nación hacia la subordinación, vieron conveniente conservarla en calidad de “neutral”.

 

En su lado más oscuro, la operación “Rubicón” –como se bautizó al uso de Crypto AG por los servicios de espionaje señalados– permitió que los agentes de la CIA y los servicios secretos de Alemania se enteraran de los planes criminales y fechorías cometidas por muchos gobiernos espiados, entre ellos dictaduras militares latinoamericanas con las que Estados Unidos colaboraba encubiertamente. Lejos de prevenir o denunciar lo descubierto, los agentes guardaban silencio con el fin de que no se sospechara de los equipos de Crypto AG (y porque muchos de esos crímenes eran de su conveniencia, como la persecución de “rojos”).

 

El caso de Crypto AG está muy lejos de ser único. En esta misma columna tratamos un caso similar, que también involucraba al Perú: la compra por parte del gobierno de los equipos de escucha y espionaje de Verint Systems, una compañía privada israelí cuyos equipos han sido señalados por tener “puertas traseras” convenientemente instaladas para que sus operadores, cercanos a la comunidad de inteligencia israelí, tengan acceso a la información de sus ingenuos clientes. Como señalamos en “Espionaje israelí en el Perú” (19/07/19), es una práctica común –aunque relativamente poco conocida y estudiada– que compañías privadas realicen tareas gubernamentales en el ámbito internacional, ocultando cualquier conexión con sus respectivos Estados o los de otras potencias. Exactamente como Crypto AG.

 

Volviendo a la dudosa neutralidad suiza, ella ya había sido cuestionada en más de una ocasión en el pasado, incluso la trama de espionaje de Crypto AG había sido tratada hace algunos años por la prensa europea, aunque recientemente haya sido “vuelta a revelar” por The Washington Post y el medio alemán ZDF. Un dato del “Post” nos permite entender de un vistazo la envergadura del proyecto: durante la década del 80, la información extraída gracias a Crypto AG constituyó cerca del 40% de todos los cables y documentos de gobiernos extranjeros que la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) decodificó. La empresa también proveyó millones de dólares en ganancias a ambas agencias de espionaje y otros acreedores privados. La naturaleza del trabajo de Crypto AG la llevó a asociarse con la alemana Siemens y la norteamericana Motorola; al menos esta última tenía pleno conocimiento de que el dueño real era la CIA.

 

Crypto AG fue desmembrada y vendida en 2018. Tal como en el caso de Odebrecht, la compañía con sede en Zug, Suiza, está registrada en el paraíso fiscal de Liechtenstein, por lo que el “Post” estima que jamás conoceremos la identidad de sus otros accionistas “debido a sus bizantinas leyes”.

 

El artículo del Post, “The intelligence coup of the century” (“El golpe de inteligencia del siglo”), parte de un planteamiento cuestionable: asegura que los gobiernos víctimas de la treta “no sabían” que la CIA y los servicios alemanes se encontraban detrás, que se “aprovecharon de la credulidad” de sus oficiales. A todas luces, una especulación hecha por los reporteros. Ante este planteamiento opondremos otra posibilidad: la compra de los equipos de Crypto AG se habrían dado entre coimas y tratos corruptos, con cierto grado de conocimiento por parte de los compradores de lo que podía encontrarse detrás.

 

Podríamos pensar que cuando diarios como el “Post” o The New York Times cubren estos temas, vinculados a las “travesuras” internacionales del gobierno estadounidense, están encarando a su gobierno con la verdad –parafraseando el “talking truth to power”, tan comúnmente repetido en el periodismo gringo–, pero la interpretación que se hace de la información es a veces más importante que los datos revelados, que la información pura y dura. Esa interpretación, según acusamos los críticos de la prensa tradicional, es en muchas ocasiones sencillamente deshonesta.

 

¿Un ejemplo? El artículo del “Post” mencionado nos regala este delicioso eufemismo: “…Las distintas versiones exponen fricciones entre los dos socios” –se refiere a los servicios secretos estadounidenses y alemanes en el manejo de Crypto AG–, “por motivos de dinero, control y límites éticos, con los alemanes occidentales muchas veces espantados por el entusiasmo con el que los espías estadounidenses espiaban frecuentemente a sus aliados”.

 

“Entusiasmo” es el eufemismo empleado donde en realidad va “falta de escrúpulos” o quizá “deslealtad”, lo que previsiblemente atribuirían los alemanes a los norteamericanos en lo tocante a los “límites éticos” y la facilidad con la que los transgredían. La inherente nobleza del gobierno norteamericano no permite ni la más mínima sugerencia de malicia por parte de sus casi heroicos operadores, siempre bienintencionados. La prensa norteamericana está repleta de eufemismos que suelen blindar al gobierno estadounidense y sus operadores de cualquier forma de malicia.

 

Neutralidad en tiempos recios

 

Vale la pena anotar, antes de volver al asunto de la neutralidad en general, que los chinos y los rusos jamás compraron nada de Crypto AG. Los indicios del vínculo entre la compañía suiza y la CIA existen desde 1970 y, en 1992, el gobierno iraní arrestó a su representante en Teherán bajo sospechas de espionaje. Era un secreto a voces que el “Post” ha “destapado” ahora que la empresa ya fue dada de baja por la CIA y vendida.

 

¿Durante la segunda mitad del siglo XX, mientras se vivía una Guerra Fría en la que ser “suave con el comunismo” era una falta que justificaba operaciones de subversión internacional y golpes de Estado, a Suiza se le permitió no tomar partido?

 

Recordemos que muchos gobernantes que buscaban la soberanía para sus respectivas naciones, como Mohammed Mossadegh de Irán o Jacobo Arbenz de Guatemala, fueron destruidos bajo la justificación de encarnar la amenaza “comunista”. Fue una falsificación de la realidad: ambos líderes tenían ideas de desarrollo más afines al capitalismo, con el segundo loando constantemente el ejemplo del expresidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt y su “New Deal”. Pero ambos líderes exigían soberanía y, en el caso iraní –que resalta debido a su posición geográfica–, la posibilidad de mantenerse en la neutralidad con respecto a ambos polos, el norteamericano y el soviético. Nada de eso sería permitido: la subordinación al orden internacional dominado por Estados Unidos era obligatoria. El resultado sería el brutal atraso de sus sociedades y el padecimiento de sus ciudadanos menos obedientes bajo Estados policiales armados y entrenados por potencias extranjeras (que además les vendieron equipos de encriptación truchos de Crypto AG).

 

La joya de la corona: el secreto bancario

 

Un interesante documental de la cadena alemana Deutsche Welle cuenta la historia de un trabajador bancario llamado Rudolf Elmer, quien se hartó de la corrupción que observaba en el paraíso fiscal de las Islas Caimán. Ahí, Elmer veía los asuntos legales Julius Baer, un importante banco con matriz en Zurich, Suiza.

 

Al comprobar que varios clientes de dicha entidad eran criminales –entre los que figuraban terroristas islámicos y narcos mexicanos–, decidió encarar a la gerencia. Recién entonces entendió el grado de corrupción contra el que se enfrentaba: su vida se convirtió en un predecible infierno de amenazas y persecución, teniendo que abandonar las islas con su familia de manera intempestiva. “Me dijeron que si denunciaba al banco, (este) me destruiría”, explicó quien además asegura que varios empleados bancarios suizos han sido asesinados en las Islas Caimán.

 

Elmer pudo entregarle a la fiscalía suiza la información necesaria para abrir una investigación, pero nunca sucedió nada. “La fiscalía no lo investiga por motivos políticos”, contó, “…la vaca sagrada de Suiza es el secreto bancario”.

 

- Publicado en Hildebrandt en sus trece (Perú) el 6 de marzo de 2020

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205206
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