Vivir en paz

14/11/2019
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“No hay paz sin justicia” recordaba el profeta Isaías hace siglos. En 1968, los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín, Colombia, afirmaban que hay 3 clases de injusticias. Están las injusticias individuales que cometemos entre nosotros, las injusticias colectivas cuando un grupo de personas, una directiva empresarial por ejemplo, se une para cometer actos injustos contra otros seres humanos, y las injusticias estructurales de un sistema que atropella a los ciudadanos y la naturaleza en sus dignidad y sus derechos.

 

Es esta tercera injusticia que se denuncia en estos momentos y por la que protestan millones de personas en América Latina y por todo el planeta. Es un despertar generalizado que clama por un cambio de sistema. ¡Basta del sistema capitalista que se nutre de la explotación de las personas y de la destrucción del planeta, llevándonos a nuestra autodestrucción colectiva! De eso son cada vez más conscientes los jóvenes.

 

La novedad mayor del levantamiento popular del mes pasado es que se dirige no tanto contra personas sino contra el sistema que nos gobierna. Anteriormente fue contra la corrupción descarada con Abdalá, la pérdida de la soberanía financiera con Mahuad o la entrega al gobierno de Estados Unidos con Lucio. Ahora nos hemos dado cuenta que la causa principal de nuestros males es el sistema neoliberal liderado por el FMI (Fondo Monetario Internacional) que enriquece a los ricos nacionales y extranjeros a costa de nuestro empobrecimiento. Este despertar es el hecho no sólo de Ecuador, sino de América Latina y del mundo entero. El capitalismo neoliberal es fundamentalmente perverso porque sólo busca aumentar la acumulación de bienes y riquezas en manos de unos pocos a costa de la explotación de los seres humanos y de la naturaleza. En Ecuador el meollo del problema no es el aumento de los combustibles, sino la imposición del sistema neoliberal que nos gobierna bajo la dirección del FMI. Se está gobernando contra el bienestar y el voto de la mayoría de los ecuatorianos. Es eso que se denunció con el levantamiento del mes pasado.

 

Ahora no se trata sólo de denunciar, protestar y ‘levantarse’. Se trata de poner en marcha otra economía, otra política y otro proyecto socio-cultural, comenzando por otra manera de vivir personal y familiarmente. El modelo capitalista está viciado, de raíz: hay que sustituirlo. Los caminos para lograrlo son varios. Los indígenas, a través de la CONAIE (Confederación de las Nacionalidades Indígenas), ya nos dieron unas pautas, tanto en la intervención de Leonidas Iza cuando el diálogo con el presidente como en las Cartas que suscribieron después contra el FMI, en las que plantean sus reclamos y el inicio de otro sistema de gobierno.

 

No se puede descartar los avances que se logró en el anterior gobierno a pesar de los errores que se le puede imputar. Los ecuatorianos en su conjunto se dan cuenta de su validez: actualmente es la opción correísta la más apoyada en las encuestas de opinión. Por ese motivo se persigue injustamente a las y los que se reclaman de esa opción: el último ejemplo es la prisión preventiva en contra de Virgilio Hernández. No se puede quitar que es el gobierno correista que logró arrinconar por primera vez en la historia republicana del Ecuador a los grupos de derecha, que marginó el gobierno de Estados Unidos al no renovar el contrato de alquiler de base naval de Manta al ejército norteamericano, que hizo que los ricos pagaran sus impuestos, que logró hacer una mejor repartición de las riquezas del país tanto en lo social como en favor de los sectores populares (20% de disminución de la pobreza), que construyó tantas infraestructuras nacionales, que repartió tanta ayuda social más allá de la educación y salud gratuitas, que puso en su lugar a la gran prensa comercial y corrupta por ser de los grandes grupos económicos del país. Un nuevo sistema de gobierno tiene que ser anticapitalista y antimperialista. Es lo que repite el papa Francisco desde su elección hace 6 años.

 

Mientras no avanzamos hacia un “Bien vivir” que fomente el bien común de los ecuatorianos y que respete la naturaleza, no saldremos del atolladero donde nos encontramos, no solamente en Ecuador sino en toda América Latina. Los países que ya emprendieron este camino son Bolivia, Venezuela y Cuba, y vemos lo que les cuesta con las arremetidas tanto de los grupos de poderes locales como del gobierno de Estados Unidos y Europa con sus medios de comunicación mentirosos. No se logra doblegar un pueblo consciente, organizado y decidido hasta poner a los muertos… tal como ha pasado en el levantamiento ecuatoriano. Sólo así podremos vivir en paz, una paz fruto de la justicia y de nuestros esfuerzos mancomunados.

 

Ha empezado en Ecuador y América Latina la lucha que nos describe el libro del Apocalipsis entre “la Mujer y el Dragón”. En la profecía bíblica esta lucha termina con la victoria de la Mujer, apoyada por “Miguel y sus ángeles”. Hoy la “Mujer” es el pueblo de los pobres con el liderazgo de los indígenas y de muchos grupos populares. El “Dragón” es el sistema neoliberal condenado a perder. “Miguel y sus ángeles” somos todos los que apoyamos organizada y valientemente esta causa. En eso Dios nos anima porque escribe el autor de Apocalipsis: “Oí entonces una fuerte voz en el cielo que decía: ‘Por fin ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios, y la soberanía de su Ungido’.”

 

Eso no es cosa de cobardes, cómodos e individualistas, sino de varones y mujeres firmes, creyentes indefectibles en su dignidad y en la fuerza de los pequeños.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/203258
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