El siglo XXI latinoamericano-caribeño

Más allá de la coyuntura: liberación nacional e integración

10/12/2018
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Los vientos políticos que soplan en América Latina y el Caribe en el momento actual tienen un sentido conservador, neoliberal y colonial, marcado por el ascenso de las fuerzas políticas y económicas de las oligarquías y de las iniciativas intervencionistas del imperialismo. Esto no es novedad en nuestro continente, sin embargo la experiencia y la acumulación nacional-popular, así como los avances de unidad e integración nacionalista y antiimperialista de los pasados quince años son una potencia que permite avizorar un horizonte propicio para la liberación nacional y el socialismo latinoamericano en la perspectiva del todavía largo siglo XXI.

 

La dialéctica histórica se manifiesta precisamente a través de las contradicciones, las luchas, los enfrentamientos, los avances y retrocesos, las experiencias de la lucha nacional-popular y la lucha de clases por conseguir la conducción, dirección y hegemonía en la sociedad con fines alternativos en correspondencia con los intereses que están en juego: el destino emancipador y unificador de los pueblos o el sometimiento y la imposición del imperialismo.

 

Las tensiones y la agresión del imperialismo y sus aliados se fueron acelerando y profundizando desde la muerte del comandante bolivariano Hugo Chávez, el 5 de marzo de 2013, impulsando la conspiración en distintos países de la región con la finalidad de frenar el impulso revolucionario y los proyectos de avanzada de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que han marcado la ruta de la independencia y la unidad.

 

Maniobras y golpes de estado

 

Las maniobras, conspiraciones, amenazas y manipulaciones de distinto tipo han dado resultados a las fuerzas de las oligarquías y el imperialismo en varios países de la región. Con los casos de los golpes “blandos” a los gobiernos nacionalista de Manuel Zelaya en Honduras en 2009 y de Fernando Lugo en Paraguay en 2012 se ensayó la estrategia para ejecutar la jugada mayor, la de utilizar todos los medios para dar el Golpe de Estado en Brasil al gobierno del Partido de los Trabajadores.

 

Brasil tiene un peso muy grande regional y mundialmente, de ahí la importancia de controlar sus acciones y movimientos.

 

Primero fue la presidenta Dilma Rousseff que sufrió la arremetida del golpe político destituyéndola de su cargo en 2016 y su sustituto fue con el conservador Michel Temer y luego la persecución y detención del expresidente Lula Da Silva para anularlo como candidato presidencial en las elecciones de este año. Para ejecutar esta operación coordinaron los poderes fácticos más efectivos: jueces y fiscales del Poder Judicial, con Sergio Moro a la cabeza, los grandes medios de comunicación bajo el timón de O Globo, las iglesias evangélicas fundamentalistas, los parlamentarios y la oligarquía económica y financiera de Brasil.

 

Proyecto de restauración conservadora

 

El triunfo de Jair Bolsonaro, representante del poder económico, político, militar, judicial, mediático y parlamentario corrupto y violento del Brasil ha desarrollado su campaña precisamente con la bandera de la anticorrupción y el discurso más peligroso de la ultraderecha racista y fundamentalista.

 

En Argentina los pasos de la reacción fueron canalizados sobre la base de la denuncia de corrupción del anterior gobierno, siendo el presidente Mauricio Macri quien representa a los sectores de la corrupción más venal de su país. Sus políticas neoliberales junto al Fondo Monetario Internacional (FMI) han alcanzado niveles de escándalo por favorecer al mayor enriquecimiento de las oligarquías financieras y agrícolas y destrozar la economía social y popular del país.

 

El acompañamiento de otros gobiernos como los de Chile con Sebastián Piñera, y de Colombia con Juan Manuel Santos primero y ahora con Iván Duque ha generado la formación del Grupo de Lima para coordinar la restauración conservadora en la región.

 

Esta coordinadora conservadora, sin embargo, no ha conseguido su objetivo, coordinado con el imperialismo norteamericano y los mercenarios políticos y violentos de Venezuela y Nicaragua, de derrotar al gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro y al del sandinista Daniel Ortega. En Ecuador doblegaron al oportunista Lenin Moreno, convertido en traidor de la lucha liberadora y de su promotor Rafael Correa.

 

Resistencia y lucha antiimperialista

 

La solidaridad y acompañamiento latinoamericanista-caribeño y antiimperialista de Cuba con Diaz-Canel y Bolivia con Evo Morales, presionados también por las fuerzas imperialistas pero firmes en sus procesos revolucionarios, con Nicaragua y Venezuela, se convierte en la presente coyuntura en la fuerza de resistencia y construcción, en la raíz profunda de la unidad de la Patria Grande, de la alternativa de emancipación y de mantener los principios y avances conseguidos con UNASUR y CELAC y, a mayor profundidad, con PetroCaribe y Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA).

 

El ascenso y triunfo en México del presidente Andrés López Obrador sobre las fuerzas económicas y políticas neoliberales y pronorteamericanas de su país, junto a su discurso de solidaridad con Venezuela y las causas latinoamericanas en la antigua tradición de la Revolución Mexicana, representan un mensaje importante para impedir un avance mayor de la dominación externa. La invitación a Maduro, Ortega, Morales y Diaz-Canel a su posesión es un mensaje esperanzador.

 

Y… las batallas continúan porque los movimientos populares y de resistencia de diversa índole en Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Caribe y Centroamérica van adquiriendo mayor fuerza y envergadura, enarbolando las banderas y los discursos precisamente de las ideas y proyectos construidos en los procesos de integración nacional y antiimperialista de pasado reciente con UNASUR y CELAC y que se enraízan en la Guerra de la Independencia del siglo XIX, en el pensamiento de la Generación del 900 y en las experiencias revolucionarias más importantes del siglo veinte.

 

La Revolución Mexicana, la Revolución Boliviana, la Revolución Cubana, la Revolución Sandinista en Nicaragua y la Revolución Bolivariana son parte fundamental del proceso de liberación nacional-popular tanto en la memoria como en la necesidad de construir los Estados Unidos Socialistas de América Latina y el Caribe, meta del siglo XXI.

 

Eduardo Paz Rada es sociólogo boliviano


 

https://www.alainet.org/es/articulo/197020
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