Ecuador- Perú: La trampa Fujimori

27/02/1995
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A más de un mes el inicio del enfrentamiento bélico que libran Perú y Ecuador en la zona norte de la franja de 78 km. no delimitada de su frontera, las armas continúan tronando a pesar de que los dos países suscribieron en la madrugada del 17 de febrero, en Brasilia, el "Acuerdo de Paz de Itamaraty" que establecía la separación inmediata y simultánea de todas las fuerzas en presencia y su reagrupamiento en dos lugares: Coangos para los ecuatorianos y el Puesto de Vigilancia No. 1 para los peruanos. La incómoda posición en que quedó el presidente peruano Alberto Fujimori y la parsimonia de los países garantes del Protocolo de Rio de Janeiro, son los facto- res que han gravitado para que no se haga efectivo el alto al fuego.

 

Tanto en Ecuador como en Perú, el anuncio del fin de las hostilidades fue celebrado con entusiasmo, cada cual reivindicando el triunfo en el teatro de operaciones y teniendo como punto de referencia la posesión de la base de Tiwintza. Cuatro días antes de la firma del Acuerdo, el mandatario peruano decretó un cese al fuego unilateral (para entonces Ecuador ya lo había hecho), anunciado la victoria total y la toma de Tiwintza. Pero el desmentido de Quito no se hizo esperar y a renglón seguido organizó una visita de un grupo de periodistas extranjeros que confirmó que dicha base se mantenía bajo control ecuatoriano. El encargado de replicar desde Lima fue el Gral. Mora, portavoz del ejército, quien señaló que lo que los ecuatorianos muestran "debe ser un falso Tiwintza en su territorio".

 

En medio de estos entre dichos se firmó el Acuerdo de Itamaraty. Diversos analistas políticos y militares coinciden en señalar que Fujimori dio el visto bueno previendo que los países garantes podían imponer un alto al fuego desfavorable para Lima y en vista de que la resistencia ecuatoriana estaba haciendo estragos entre sus tropas. En los días posteriores a la firma de la paz, Perú, lejos de replegarse a los puntos fijados en el Acuerdo, procedió a reagrupar sus fuerzas y para el día 23 relanzó los ataques, con mayor intensidad que durante las hostilidades, con miras a tomar Tiwintza y, a la vez, impedir que llegue a esa base la misión de observación internacional que en ese día se encontraba en Coangos.

 

Un enredo de mentiras

 

Es evidente que para el presidente peruano la toma de Tiwintza pasó a convertirse en una cuestión de honor y en el único recurso para salvar la cara, cuanto más que de por medio está su reelección presidencial. No de otra manera se explica su decisión de internarse a la zona de conflicto con la promesa de ir a izar la bandera en dicha base en disputa, misión que resultó fallida en cinco intentos. Mas estos golpes de imagen, lejos de alcanzar el impacto deseado, parecen revertirse.

 

La prensa peruana que inicialmente había cerrado filas en torno a Fujimori, ha dado paso a cuestionamientos críticos cada vez más virulentos. "Fujimori le mintió al Perú cuando afirmó que los invasores habían sido desalojados. Hoy ya no cabe ninguna duda que el lunes 13, cuando Fujimori dirigió su mensaje al país, no se había “logrado echarlos. Y que continúan ahí“, escribió en la revista Caretas el columnista Fernando Rospigliosi, para más adelante añadir: "En suma, las complicaciones surgidas en las últimas semanas son producto de los errores provocados por las ambiciones electorales de Fujimori, cada vez más enredado en sus propias mentiras".

 

Por su parte, el periodista César Hildebrandt en la edición del domingo 26 del diario La República de Lima sostiene: "porque no pudimos ganar la guerra firmamos el papel de Itamaraty. Como firmamos el papel de Itamaraty, que decreta que el suelo peruano invadido es ‘zona de conflicto' sin soberanía determinada, no podemos salir de la lógica de la guerra. Estamos entrampados. La trampa se llama Fujimori".

 

Como van las cosas, parecería que el mandatario peruano solo está dispuesto a acatar el cese al fuego, acordado en Brasilia si sus tropas llegan a Tiwintza. Es más, el lunes 27 envió señales de que estaría acariciando la posibilidad de romper formalmente el Acuerdo de Itamaraty, al proponer que Ecuador abandone la base de Coangos que el Acuerdo establece como punto de reagrupamiento de las tropas de este país.

 

Indiferencia internacional

 

No obstante el recrudecimiento de los enfrentamientos bélicos, los países garantes (Argentina, Brasil, Chile y EE.UU.) y la comunidad internacional en general se han mostrado impasibles, permitiendo que continúen las pérdidas humanas y económicas de la guerra. La OEA prácticamente se ha limitado a ser un foro para que las partes expongan sus puntos de  vista, mientras que los países garantes se han acantonado en hacer llamados a la "buena fe", actitudes que en el fondo reflejan la indiferencia del gobierno estadounidense frente al conflicto, cuando no una forma de beneficiar a Fujimori.

 

La posibilidad de que este marasmo dé paso a una acción diplomática más efectiva podría darse en la reunión de los cancilleres de los países garantes con los representantes (ministros) de Ecuador y Perú, que tendrá lugar en Montevideo a partir del 28 de febrero. Esta reunión, impulsada por el presidente chileno Eduardo Frei, se propone "encontrar una solución definitiva al litigio que enfrenta a ecuatorianos y peruanos" por la zona limítrofe no demarcada en la Cordillera del Cóndor. En dicha ciudad confluirán también los presidentes de estos dos países para asistir a los actos de asunción a la primera magistratura de Julio María Sanguinetti, y aunque improbable no está descarta la realización de una reunión entre ambos.

 

Entre tanto, durante las últimas semanas el puesto fronterizo de Huaquillas ha sido escenario de diversos actos de confraternidad de paz protagonizados por sectores ciudadanos de los dos países, exigiendo el fin de esta guerra absurda. 

 

Publicado en el Servicio Informativo Nº 207, ALAI, 27-02-1995, Quito

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193563
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