Trump en su laberinto

16/02/2017
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En sus primeras semanas en la Casa Blanca, Donald Trump casi no ha dejado títere sin cabeza. Ha ido cumpliendo, a base de decretos ejecutivos –que no requieren pasar por el Congreso— lo que dijo como pre/candidato. Con la arrogancia que mostraba en su programa televisivo El aprendiz, de la misma forma ha tratado a sus interlocutores, cuando es él quien debe aprender las buenas maneras de la política y la diplomacia. Con ello, ha creado un cisma dentro y fuera de Washington.

 

A reserva de enfrentarse, cara a cara, con Rusia y China, que sí son de su peso, ha tomado a manera de ejercicio de calentamiento a su vecino del sur. Aquí, en México, diríamos que nos tomó de su puerquito, a fin de demostrar y alardear de su fuerza; al menos del poder de su lengua. La administración de Enrique Peña Nieto pensó que eran puras balandronadas y esperó hasta después del 20 de enero. Creyó que su canciller, un reciclado Luis Videgaray, aprendiz confeso en las artes de la diplomacia, por la cercanía que dice que tiene con el yerno de Trump y su  principal asesor (consejero), Jared Kushner, podía desbrozar el camino.

 

La reacción de Los Pinos ha sido precisamente eso: reactiva, si no frente a hechos consumados, sí ante un discurso inamistoso, por decir lo menos. Peña Nieto ordenó reforzar la embajada en Estados Unidos y los consulados, para asistir a los mexicanos, que tienen miedo de ser deportados, aun de aquellas ciudades santuario que, como Nueva York y Los Ángeles, protegen a su población migrante. Hechos que, aunque son necesarios, parecen insuficientes. Y frente a la inminente deportación de miles, por no decir millones, algunas ciudades se aprestan a recibirlos… después de que los dejaron ir.

 

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El resultado es el enfrentamiento de dos nacionalismos, en medio de una crisis de la globalidad, y junto a ella, de las formas particulares de la gestión de la crisis.  El nuestro, de carácter defensivo, contra la doctrina del Destino Manifiesto (1823), expansionista que, previa guerra (1847), le significó a nuestro país la pérdida de más de la mitad de su territorio. ¿Cómo reaccionamos? Ondeando la bandera tricolor y rescatando una frase del Himno Nacional: “Más si osare un extraño enemigo…”. Y es que así se considera a Trump, junto con las grandes empresas, contra las cuales se pide hacer un boicot a sus productos y servicios, y consumir los hechos en México.

 

La ofensiva de la administración Trump contra México, en términos económicos, tiene como punta de lanza la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en el entendido (en realidad, mal entendido) de que Estados Unidos ha sido el más perjudicado, y pone de ejemplo el déficit comercial que tiene EU con México. Una ilusión cuantitativa, pues son, en su mayor parte, importaciones de productos y servicios de empresas transnacionales (a menores costos de producción), sin contar la remisión de utilidades (libre de impuestos).

 

¿Hecho en México vs Buy American?

 

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Ingrediente adicional es el llamado a la unidad nacional, para enfrentar, juntos, a ese extraño enemigo. Un concepto, el de la unidad nacional, que resulta falaz y engañoso. ¿En torno a un devaluado presidente por las medidas antipopulares que ha tomado, como el gasolinazo? ¿Alrededor de un empresario que promueve la privatización educativa? Ni siquiera, junto a Carlos Slim, cuyos intereses en la minería, por ejemplo, afectan a comunidades de Zacatecas.

 

Se halla aquí el meollo del asunto: más que la construcción de un muro, que comenzó años atrás, peor es la desigualdad interna, que se agudizó a partir de diciembre de 1982, con la irrupción violenta del modelo neoliberal, que separa, cual cortina de nopal, a los pocos (el uno por ciento) de la gran mayoría. ¿En aras de qué se apela a la unidad nacional?

 

En estas circunstancias, la construcción de un mercado interno fuerte se hace a partir de una realidad ominosa, con todo y TLCAN: 64 millones se encuentran en situación de pobreza, más de la mitad de la población (53 por ciento). Si el dato es grave, lo es más el que nos describe la desigualdad imperante: apenas 12 millones concentran la mitad del ingreso. Lo anterior del lado del consumo, pero más desfavorable es del lado de la producción, con un mercado de estructura oligopólica, es decir, dominada por unas cuantas empresas transnacionales.

 

Vale citar a José Valenzuela Feijóo. En su libro De la crisis neoliberal al nacionalismo fascistoide. México y Estados Unidos (Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa. México. 2016), tiene un extenso capítulo sobre Alemania: Del Imperio a la República y de ésta al Nazismo. Sobre la unidad nacional escribe:

 

“Durante la (primera) guerra, la socialdemocracia aprobó los créditos de guerra, y en general, la ‘defensa de la patria’. Consigna muy hipócrita porque esa ‘patria’ no es más que una tenue minoría de la fracción dominante. 

 

Evidentemente, entre un obrero alemán y gentes como Krupp o Thyssen, no había el más mínimo contacto. Lo mismo vale para Hindenburg y cualesquier campesino pobre”.

 

Y después de un mes de protestas y marchas contra el aumento en el precio de las gasolinas, y aprovechando las acciones inamistosas de Donald Trump, se realizaron, el domingo 8 de febrero en la ciudad de México, sendas marchas, que confluyeron en el Ángel de la Independencia. Al margen de las diferencias de matiz (contra Trump, pero no contra Peña Nieto), nada tuvieron que ver con las marchas tradicionales, desde abajo. Gente que nunca vemos en nuestras marchas, y no se diga sus mascotas (véase foto).

 

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El nacionalismo estadunidense, por el contrario, ha sido ofensivo, al poner sus intereses por delante; mejor dicho, los intereses de sus grandes empresas, que se hayan en todo el mundo y que el Estado representa, y que Wall Street y el Pentágono defienden, indistintamente. En esta etapa, los intereses del complejo militar-financiero

 

El nuevo inquilino de la Casa Blanca es un genuino representante de los WASP (white, anglosaxon, protestant), es decir, de la gente blanca de origen anglosajón (europeo) que practica el protestantismo. Quienes no encajan en esta descripción racista y discriminatoria, quedan excluidos (la gran mayoría) y pueden ser objeto de una auténtica persecución. Lo estamos viendo con los indocumentados y los practicantes del islamismo, moros con tranchete.

 

Frente a la oleada de migrantes que han hecho lo que es Estados Unidos lo que es hoy, prácticas aislacionistas,  como la edificación de un muro a lo largo de su frontera sur es una contradicción histórica. Trump en su laberinto.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/183565

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