De salida

07/07/2016
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 paris no ley trabajo
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 “Un fantasma recorre Europa…”

 

 Así se inicia El Manifiesto Comunista (1848). Pero no es, propiamente, como decían Marx y Engels, el fantasma del comunismo lo que espera a Europa, con una izquierda a la deriva, sino el fantasma del desempleo: el miedo a no perder el empleo o no obtenerlo, en tiempos del trabajo precario. Sólo así se comprende la votación del pasado 23 de junio.

 

Aunque muchos se arrepintieron de su voto, parece que no hay vuelta atrás. Las consecuencias son inmediatas en los lazos comunitarios. La decisión del Grexit: salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), dejó perplejo al mundo. Y es que en plena globalización, regresar al aislamiento supone un pecado mortal contra la integración. De paso, no se midieron los alcances de la democracia, cuando la acompaña la desinformación.  

 

En fin, que la orgullosa Albión, que de la mano de Enrique VIII e Isabel I, consolidó la reforma protestante, y con ello le dio una ética al capitalismo (Max Weber dixit) se apartó de una Europa en crisis y llamas. Origen del liberalismo económico, a fines del siglo XVIII, con Adam Smith y David Ricardo, esa doctrina del dejar hacer le sirvió para legitimar el colonialismo (de libre competencia hacia fuera y proteccionista hacia dentro) a lo largo de los dos siguientes siglos. A partir de la década de los 70 del siglo XX, con la dupla Thatcher-Reagan, se desplegó el neoliberalismo, que no es más que la práctica del capitalismo salvaje: el capital sin restricciones, es decir, el dejar hacer sin límites, en perjuicio no sólo de la clase obrera, sino de toda la sociedad, incluidas franjas de la clase media, en vías de proletarización.

 

La decisión británica es relativa, porque Escocia dijo No, a abandonar la UE. La salida tiene muchas aristas. Una lucha de clases enmascarada, que se quiso pasar por generacional: quienes votaron a favor fueron los viejos, mientras que los jóvenes, a quienes más afecta la crisis en forma de menores oportunidades de educación y empleo, fueron los que menos acudieron a las urnas o de plano no votaron.

 

Por su condición geográfica, de isla, al norte de la masa continental europea, Inglaterra que, junto a Escocia, Irlanda y Gales, forma la Comunidad Británica, históricamente se ha sentido un territorio aparte de Europa. Ha tenido, a lo largo del tiempo, grandes confrontaciones con naciones europeas, por ejemplo, contra España, Francia y Alemania, que han reconfigurado la historia universal. Celosa de su soberanía, al adherirse a la UE, GB conservó su moneda, la libra, sin adoptar el euro, la moneda comunitaria. Pero, ambas, GB y la UE, no se explican la una sin la otra. Una Unión Europea que nació de la necesidad de que los grandes conflictos, como lo fueron la primera y segunda Guerras Mundiales (1914-1918 y 1939-1945, respectivamente), ya no se dirimieran en el Viejo Mundo. Eran los visos de la integración.

 

Sin embargo, la UE nació bajo el signo de la desigualdad, su pecado original, principalmente de sus estructuras económicas, y que, más temprano que tarde, estallaría en forma de crisis económica y social. Allí está caso de Grecia, al que se le impusieron una serie de medidas de austeridad, que recayeron, sobre todo, en la población, con el fin de no dejar de cumplir con sus compromisos con sus acreedores. El fenómeno migratorio vino a ejercer presión sobre los servicios sociales, algunos de los que, como la educación y la salud, se encuentran bajo la amenaza de la privatización, aun en países con gobiernos que se dicen de izquierda.

 

En realidad, los migrantes son el chivo expiatorio de una crisis de larga data, que no solamente es económica o financiera, y de las instituciones de la UE, sino una crisis del modelo neoliberal (excluyente del 99%), impuesto en muchos lugares a sangre y fuego, y que resulta hoy inoperante, para decir lo menos, para resolver la crisis, pero que sirve para recomponer el poder financiero. Ahora lo que se disputa es el lugar dejado por la City de Londres. Quedan, en medio de las cenizas, los mecanismos de despojo y explotación.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/178661

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