“Las” Américas, entre fronteras y puentes

13/04/2015
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Bogotá, 13 de abril de 2015. Sorprende gratamente la gran diversidad de “las” Américas. Tal vez ésta sea la característica que mejor nos define como continente. De allí también la complejidad del reto de lograr cierta unidad en esta diversidad.

 

La VII Cumbre de las Américas, que culminó el pasado 11 de abril de 2015 en Panamá, nos dio algunas pistas de reflexión. 

 

El modo ambivalente de vivir la tensión entre diversidad y unidad

 

La VII Cumbre de las Américas, que reunió a 35 delegaciones de los países “americanos” en torno al tema “Prosperidad con equidad: El desafío de la cooperación en las Américas”, reflejó la manera “ambivalente” cómo vivimos la tensión entre diversidad y unidad que tal reto implica.

 

Ambivalencia que, lejos de constituir una patología, muestra un caminar continental frágil, difícil, pero seductor y esperanzador. Por ejemplo, vimos en la mencionada Cumbre cómo la tensión histórica entre el chavismo y los Estados Unidos profundizó divergencias (entre el gobierno de Nicolás Maduro y la administración de Barack Obama, y también con la oposición política venezolana). Una tensión que amenaza con extender la fractura, de un país (Venezuela) y un conflicto entre dos países (Venezuela y los Estados Unidos) a todo un continente.

 

Pero observamos también cómo la tensión histórica heredada de la guerra fría lleva a buscar acercamientos (entre Cuba y los Estados Unidos de América) en pro de una auténtica cooperación. Tensión cuyo proceso de solución iniciado por Barack Obama y Raúl Castro generó muchas expectativas y dio razones de esperar en la posibilidad de construir un continente unido.

 

Una tensión puede ser a la vez pretexto de pelea (y de intensificación del conflicto) y motivo de acercamiento y diálogo. La ambivalencia entraña un gran plexo de posibilidades. El futuro de las Américas se abre camino en esta ambivalencia, en medio de esta tensión.

 

La tensión entre fronteras y puentes

 

Realmente somos “las Américas”. Caminamos a velocidades diferentes, tenemos distintos rostros, provenimos de una gran variedad de raíces mezcladas y miramos hacia horizontes diversos. 

 

Las Américas tienen una geografía compuesta por fronteras y puentes. Las primeras son numerosas, mientras que los segundos son relativamente pocos pero su número crece exponencialmente. La Cumbre de las Américas es uno de estos puentes tan importantes para el hemisferio.

 

Existen fronteras geográficas, ideológicas, políticas, culturales, mentales, sociales que nos impiden caminar juntos hacia la unidad. Que generan tantos sufrimientos inútiles, tantas tragedias gratuitas. Y que contribuyen a la deshumanización de todo un continente.

 

Aprovechamos la ocasión para enviar nuestra sentida solidaridad con las familias de los 19 migrantes haitianos que murieron el pasado 9 de abril, cuando el barco en el que iban (junto con otros 31 compatriotas, de los cuales 20 permanecen aún desaparecidos) hacia las Islas Turcos y Caicos naufragó en el mar Caribe.

 

La problemática migratoria fue incluida “nominalmente” en el menú del diálogo de la VII Cumbre de las Américas, pero su carácter continental y su impacto transversal como uno de los efectos de las causas estructurales de la inequidad en las Américas no fueron debidamente calibrados. Mucho menos, la necesidad de que sea tomada en cuenta como un punto fundamental, estratégico e incluso ético en la agenda política hemisférica.

 

La invisibilidad es uno de los problemas claves que enfrenta la problemática migratoria, a pesar de que todos los países del continente son afectados por la migración bajo sus diferentes rostros: desplazamiento forzado, migración económica, migración medioambiental, refugio, etc.

 

Esta invisibilidad impide ver que vivimos en un continente que se mueve humanamente: del Norte al Sur, del Sur al Norte, del Centro al Norte y al Sur, del Caribe al Norte y al Sur, etc. Querer cerrar las fronteras hoy día es un espejismo en nuestro continente, así como querer construir una nación “pura” sin mezclas con otras identidades consideradas “inferiores”.  

 

¿Qué tanto las fronteras de nuestros imaginarios, principalmente los que son frutos de la “colonialidad”, nos impiden ver la realidad de nuestro mundo de hoy que está en movimiento? ¿Por qué esta ceguera? ¿Esta cerrazón? ¿Este dogmatismo? ¿Este empeño por facilitar la circulación de las mercancías, de la información y otros bienes, y por restringir la movilidad humana?

 

La equidad buscada por los líderes de nuestro continente pasa necesariamente por la posibilidad que se debe de brindar a todos los ciudadanos “hemisféricos” para poder ingresar a todos los países “americanos”. Lo cual no sería tan diferente a los esfuerzos que vienen realizando nuestros gobernantes para crear un mercado “mundial”. Se trata de la misma apertura en un mundo globalizado, pero con este valor agregado: la apertura de las fronteras geográficas, políticas y legales a los migrantes puede salvar vidas humanas y dignificar las condiciones de vida de seres humanos. Es un asunto de humanidad.

 

A la par, se debe buscar -vía la cooperación multilateral (y entre todos los actores sociales)- las políticas, los mecanismos y las estrategias para lograr una gestión humana de los flujos migratorios, con base en los principios de derechos humanos, justicia y hospitalidad. La migración evidencia también la necesidad de que todos los países de la región cooperen, aportando su grano de arena desde una mirada diversa a uno de los temas más complejos del mundo actual.

 

Si se ha logrado firmar tantos tratados de libre comercio entre países y bloques regionales en el hemisferio (promocionados por nuestros gobiernos y las élites nacionales, y férreamente defendidos por empresas multinacionales), ¿por qué sería tan difícil acordar tratados de libre circulación e integración humanas en el hemisferio, en la perspectiva de construir un continente hospitalario?

 

Un continente llamado a la hospitalidad

 

Una intervención que generó mucha simpatía en el marco de la VII Cumbre de las Américas fue justamente la del arquitecto de este evento continental, Bill Clinton, quien la impulsó bajo su presidencia en 1994. “Nuestras semejanzas como humanos es mayor que cualquier diferencia”, afirmó el ex presidente estadunidense, el pasado 8 de marzo, en el Foro “paralelo” de la Sociedad Civil y Actores Sociales, previo al Foro “oficial” de los Jefes de estado y gobierno.

 

Bill Clinton invitó a las Américas a ir más allá no sólo de nuestras divergencias como continente, sino de nosotros mismos para alcanzar nuestra humanidad. “Somos humanos”: nuestra humanidad es la semejanza más importante que tenemos como “americanos”. Una semejanza mayor que cualquier diferencia, sostiene Bill Clinton.

 

Esta declaración nos merece dos reflexiones. Primo: es importante subrayar nuestras diferencias humanas que son de distintas índoles (de género, etnia, estatus migratorio, etc.) y que son factor de discriminación y exclusión. Es el caso de muchas minorías en nuestro continente, por ejemplo, los “negros” en los Estados Unidos, los “descendientes de los haitianos” en República Dominicana, los “indios” en la casi totalidad de nuestro hemisferio. La diferencia es una cruz en el continente.

 

Definitivamente no podemos omitir o subsumir nuestras diferencias en una “semejanza” abstracta. En el continente americano y en el mundo, seguimos aprendiendo (con atinos y desatinos) a convivir con el “otro” diferente. A acogerlo. A reconocer su diferencia y asumirla como riqueza. A solidarizarnos con él para construir una sociedad y un mundo cada vez más humanos. 

 

Nuestra semejanza como seres humanos es parte de la gran tarea pendiente de la hospitalidad que tenemos: la de considerar y tratar al otro “diferente” como nuestro “semejante”. Un “otro” diferente, que en cuanto semejante, tiene como nosotros su dignidad intrínseca y sus derechos fundamentales que estamos obligados a respetar y a exigir que se respeten. La hospitalidad nos invita a cambiar en la vida cotidiana nuestras actitudes y comportamientos frente al otro, a su alteridad, su diferencia.

 

Segundo: no sólo somos semejantes, podemos ser “prójimos” (aproximarnos), es decir, tomar la conciencia de que el dolor del otro, sus sufrimientos y la negación de su dignidad y sus derechos fundamentales afectan mi propia humanidad y nuestra humanidad como continente y como mundo. Es necesario recuperar nuestra propia humanidad para reconocerla y defenderla en todos los rincones de nuestro continente y en el mundo. La cooperación en las Américas debe “ajustarse” a esta necesidad de humanizarnos para contribuir a humanizar a los otros, al continente y al mundo.

 

Este “ajuste” exige poner en el centro de la cooperación en las Américas no el mercado, ni el poder, ni la alineación ideológica, económica y geopolítica, sino todos los esfuerzos que sean necesarios para construir un continente de hermanos, de prójimos y seres humanos en la diversidad que somos.

 

Dijo Martin Luther King que “hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Ojalá que, en las próximas Cumbres de las Américas, jefes de estado y gobierno, empresarios, jóvenes, indígenas, negros y todos los representantes de los diferentes actores del continente den testimonio elocuente de la voluntad de vivir como hermanos. Los del Norte y los del Centro, del Sur y del Caribe. Los de la izquierda y los de la derecha. Los gobernantes y los gobernados.  Es la unidad que debemos buscar.

 

Empecemos pues a derribar fronteras, las de afuera y las de adentro, para construir puentes con el otro, preferencialmente con el que sufre. Con los migrantes en necesidad de protección internacional. Con tantos pobres de nuestro continente. Con tantos países que necesitan la solidaridad hemisférica, más que “asistencia humanitaria” y “cooperación internacional para el desarrollo”.

 

- Wooldy Edson Louidor es Profesor e investigador en la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ) en Bogotá, Colombia

 

Enlace:

http://espacinsular.org/columnas/30-narrativas-de-hospitalidad-y-desarraigo/1285-las-americas-entre-fronteras-y-puentes

 

Fuente: http://espacinsular.org/

https://www.alainet.org/es/articulo/168919
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