Buscando a las esquivas "fuerzas del mal"

El imperio en un ciclo de decadencia

28/11/2002
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  • Opinión
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George W. Bush, el iletrado, y sus halcones, siguen tratando de convencer que el mundo está en peligro y que las "fuerzas del mal" acechan a la vuelta de cada esquina. De hecho, claro está, tal pretensión no aguanta el menor análisis. Compárense los focos de tensión actuales con los que había en los años sesenta, setenta y ochenta y se verá de inmediato que, en relación con la realidad internacional de aquel tiempo, la de ahora bien puede calificarse de calma chicha. Entonces es mentira que la paz mundial esté hoy amenazada, a no ser por el propio presidente norteamericano y sus colaboradores, que ven en otra aventura bélica, el camino para reflotar la economía del país del norte que se encuentra paralizada en un estancamiento preocupante. Bush, pese a su abrumadora mediocridad, hace el juego impuesto por sus estrategas que en base a una concepción que podríamos definir como "neokeynesiana", tratan de insuflar dinero e insuflar de manera constante la tarea de la industria bélica y, así, reiniciar el crecimiento, para lo cual, además, el Departamento del Tesoro está colaborando al fijar los intereses más bajos para el dinero de toda la historia de Estados Unidos: 1.4 por ciento, en el intento de recomponer rápidamente el dinamismo del mercado interno, poniendo dinero barato en los bolsillos de la gente. Quitando el conflicto palestino-israelí -que también estaba activo in illo tempore, tanto o más-, apenas quedan ya media docena de escenarios bélicos, por lo demás muy acotados, y casi todos en franca regresión. Entonces existía el peligro de una nueva guerra mundial. Ahora no: no hay enemigo. Y no porque los problemas económicos y sociales hayan ido a menos. Al contrario: las injusticias son todavía más lacerantes. Pero ellas no generan conflictividad armada. Bush habla sin parar del terrorismo internacional. Pero, incluso en ese capítulo, la situación de hace apenas unas décadas era bastante más dramática. Prácticamente han desaparecido del mapa los grupos terroristas de inspiración marxista y no ha aumentado la de los que se asocian -o son asociados- al islamismo, por mucho que se dramaticen sus acciones. El panorama del planeta, entonces, está bastante despejado para que Estados Unidos pueda justificar la acción bélica que prepara contra Irak, pese a que los antecedentes del presidente Sadam Hussein, son parecidos al del "hiper terrorista" Osama Bin Ladem: los dos fueron apuntalados por la CIA en particular y Estados Unidos en general, en las etapas más oprobiosas y sangrientas de sus respectivas historias personales. Hechas todas las cuentas, lo único novedoso del tiempo presente es lo sucedido el 11-S. Hasta el año pasado, Estados Unidos no habían vivido la violencia en directo y en su propia casa: eso es cierto. Pero tal suceso, por muy lamentable que sea, no ha alterado en modo alguno la relación militar de fuerzas a escala mundial, dígase lo que se diga. Sin embargo la fuerza de los acontecimientos y los ampulosos reflejos tenidos por el gobierno de Bush, han creado una situación tal de desconfianza interna, que el propio presidente de Estados Unidos le encomendó a Henry Kissinguer - plumereandolo para sacarle de los hombros el polvo depositado por el largo ostracismo - que encabezara una comisión investigadora "independiente" con el fin de elaborar un informe "imparcial" de lo ocurrido el 11 de setiembre del 2001. La presencia de Bush en la presidencia hace definir a algunos intelectuales norteamericanos - como el profesor matemático y filosofo, Morris Berman - la situación de Estados Unidos como el crepúsculo de su cultura, augurándole un final como lo vivió el imperio romano: de corrupciones y pobreza intelectual. Y como ejemplo Berman pone a su propio presidente, de quien dice, "es muy estúpido", y empezó su administración con el robo de las elecciones. Sin cortapisas advierte que Bush no es capaz de hablar en conferencia de prensa si antes no le han puesto su discurso en la pantalla del "telepronter". "Así es de estúpido". Pero lo peor, advierte, es que esta pobreza política e intelectual no es exclusiva del presidente, sino también de la población "iletrada" que esta muy alejada de la elite intelectual de las universidades y centros de investigación. La "guerra contra el terrorismo" contra el "eje del mal" de Bush, Berman la explica de esta manera: Lo que está ocurriendo ahora es también una continuación de la Guerra Fría que terminó en 1991 con el fin del llamado "socialismo real" y el "cierre" definitivo de la Unión Soviética como experiencia comunista. Durante diez años Estados Unidos no supieron qué hacer consigo mismo, no tenían propósito alguno, habían desaparecido los enemigos y la confrontación permanente llamada "guerra fría" ya no tenía cabida. Los militares del Pentágono, los agentes de las agencias de información y seguridad, se miraban en las oficinas sin saber que hacer, gastando su tiempo en reconstruir el pasado, para ellos "de gloria". El padre de Bush trató de hallar razones incluso para que los Estados Unidos existieran. Así que hizo una "guerra contra las drogas" que tuvo la duración de un año. Eso fue un completo fiasco pues aparecieron peligrosos intereses contrapuestos a la endeble decisión de la Casa Blanca. Después la guerra con Irak, de la que se está preparando la segunda edición, que fue nada más y nada menos que una guerra falsa, pero con miles de muertos iraquíes. Simplemente Estados Unidos necesitaba ir a la guerra para movilizar a sus fuerzas, que seguían engordando en los cuarteles en una situación de parálisis que, además, determinaba que no consumieran pertrechos. Después bajo Bill Clinton, se tuvieron años de tonterías: escándalos sexuales, el juicio de O.J. Simpson, nada importante. Hechos que sólo llenaban espacio. Repentinamente, cuando se produjo el ataque del 11 de septiembre, de nuevo apareció un propósito: continuar la Guerra del Golfo, sustituir la palabra "comunismo" por "terrorismo". En ese momento se buscó y se tuvo en la mano a un contendor demasiado endeble. La guerra contra los talibanes de Afganistán, fue una especie de vergonzosa matanza de buena parte de la población de un país que vivía, y lo sigue haciendo, en una especie de atraso medieval. Grandes aviones supersónicos, fuerzas entrenadas y con armamentos sofisticados, contra un grupo de nómades comandados por un gobierno retardatario y déspota, como el de los talibanes. Gobierno defendido por desarrapados soldados, armados con antiguos rifles rusos, muy adecuados para reprimir al pueblo, pero totalmente ineficientes a la hora de defender el territorio de la agresión yanqui. Bush logró allí el objetivo de sus halcones: desencadenar una guerra brutal prácticamente sin bajas propias. Pero hubo un segundo logro: los miles de millones de dólares para apuntalar la producción de la industria bélica, le dieron un respiro a la economía interna y hasta Alan Greenspan, el siempre sonriente secretario del Tesoro, estuvo acorde en mejorar las tasas para el dinero, porque la actividad del país se había recuperado. Esa guerra sin bajas propias, por más costosa que fuera, no pudo sostenerse por mucho tiempo. Los talibanes fueron diezmados y los que quedaron se dispersaron o mimetizaron a lo ancho y largo del continente. Por más que Bush quiso mantener ardiendo la llama del patriotismo, indicando que Bin Ladem seguía haciendo de las suyas, para lo cual aparecía el enjuto y barbado personales, oportunamente y con relativa frecuencia, haciendo declaraciones altisonantes, el mecanismo de la guerra debió comenzar a desactivarse. Los halcones, sin embargo, comenzaron a preparar nuevos discursos para colocar en los "telepronter", cambiándose el lugar geográfico en donde el "eje del mal" tenía su guarida. Allí apareció Irak y su incipiente armamentismo y la denuncia de esos elementos de "destrucción masiva" a los que nunca pudieron llegar, en distintas etapas, los "inspectores" enviados por las Naciones Unidas. Una guerra que si bien todavía no fue lanzada en la intensidad que Bush y sus halcones pretenden, puede decirse que está en marcha. Sobre Irak se han dibujado zonas de exclusión aérea las que son controladas por la fuerza aérea norteamericana y, por supuesto, por sus oportunos aliados de la OTAN. La pregunta es que pasará en adelante. ¿Cuándo llegará el momento en que los inspectores de Naciones Unidas se declarán impotentes para superar las maniobras del siempre sonriente y siniestro Husseim? Ese será el punto de inflexión. Habrá un ataque masivo, la CNN quizás trasmita en directo los bombardeos, mostrándolos como una especie de juego de artificio, a la distancia. Sin decir que el que tiene en sus manos las armas de destrucción masiva es el agresor y que cada relámpago que se vea en el horizonte, será otra evidencia de la muerte de la población civil o de soldados obligados a pelear por un dictador que fuera llevado al poder por la CIA en nombre de los Estados Unidos. Así están las cosas en el mundo. ¿Será, como dice Morris Berman, el ocaso definitivo del imperio? ¿Estados Unidos repetirá el declive de Roma? Quizás tenga razón el intelectual norteamericano al afirmar que cuando una cultura está muriendo produce personas como George W. Bush. * Carlos Santiago. Periodista uruguayo.
https://www.alainet.org/es/articulo/106638
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