El Plan Real II está en camino

10/03/1999
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La información es el producto más valorizado en este cambio de milenio. En 1970, por ejemplo, AT&T, la mayor empresa de telecomunicaciones de Estados Unidos obtuvo ganancias US$ 2.5 mil millones; Exxon del ramo de petroleo, US$ 1.3 mil millones; General Motors, industria automovilística, US$600 millones. Información es poder, como lo demuestra Marcos Danta en su libro La lógica del capital-información (contrapunto, Rio, 1996). En una verdadera democracia, soñaba Brecht, cada residencia debería estar dotada de un radio receptor... y transmisor! Así, tendríamos la versión moderna de la ágora griega, la plaza en la cual todos los ciudadanos debatían asuntos de interés colectivo. Ocurre que en Brasil apenas 9 familias controlan los principales medios de comunicación: 1) Marinho (TVs Globo, Globosat, NEC -cable-; radios Globo, Record y CBN; periódico O Globo, etc.); 2) Bloch (Red Manchete -TV-; revistas Manchete, Fatos y Fotos, Pais & filhos, etc; radio Manchete, etc.); 3) Civita (TV A -cable- revistas Veja, Placar, Caras, Pato Donald, etc.; 4) Saad (TV Bandeirantes; radio Band, etc.); 5) Mesquita (periódicos, O Estado de S. Paulo, Jornal da Tarde; radio Eldorado; Páginas Amarillas de la lista telefónica, etc); 6) Frias (periódicos Folha de S. Paulo, Folha da Tarde, sistema de informática, etc) 7) Santos (Sistema Brasileño de Televisión, etc); 8) Nascimento Brito (Jornal do Brasil, etc) 9) Levy (TV Gazeta, periódico Gazeta Mercantil, etc). Esas familias absorben 70% de la lista de agencias de publicidad en Brasil. En suma, son ellas las que forman la manera de pensar del brasileño. En 1980, apenas 12% de los hogares brasileños tenían teléfono. Entre tanto, 55% disponían de un televisor. Esto demuestra que estamos lejos de la utopía de Brecht. En los países desarrollados, el número de teléfonos residenciales supera al de televisores - lo que revela una cultura en la cual las personas están más interesadas en la relación recíproca que en la sumisión pasiva a la pantallita electrónica. Medios: importa la ganancia. En Brasil, salvo honradas excepciones, la programación de televisión no produce cultura, en el sentido de información y enriquecimiento espiritual, más entretenimiento. El domingo, entonces, puede ser considerado el Día de la Imbecilización Nacional. Imbéciles el presentador, los concursantes, las bailarinas, el público que aplaude, ríe o se levanta obedeciendo un comando que el telespectador no ve en su casa, y aquellos que, sentados en su sillón, piensan que diversión es distraer los ojos. El mensaje papal advierte que "las más avanzadas tecnologías de comunicación pueden ser explotadas por aquellos que tienen malas intensiones". En casos concretos tal vez no se pueda apuntar "malas intensiones". Es mejor decir: "otras intensiones" que no coinciden con los valores evangélicos. En una economía de mercado donde la ganancia y su acumulación son prioridades, los grandes medios de difusión no invierten sino en aquello que aumenta sus logros y su poder. En teoría, les interesa lo que le interesa al mercado. De hecho, sin embargo, ellos condicionan al público, o sea, lo domestican para que le guste lo que a ellos le ofrecen. Así, si una red de TV puede adquirir telenovelas a menor precio en México, ella no vacila en sacar al aire dramatizaciones que muestran al matrimonio como un juego de placeres e intereses. Jamás invertirá en un asunto educativo que, por eso mismo, causa menos impacto que escándalos y erotismo. Muy acertadamente, Juan Pablo II enfatiza que "lo que los medios de comunicación producen es visto como la representación de valores apreciados por el occidente, y, por consiguiente, se supone que representan valores cristianos. En realidad, a despecho de esto, es el beneficio comercial que se considera, con frecuencia, como el primero y auténtico valor". Por tanto, el lucro está por encima de la persona y no la persona sobre la ganancia, como quiere la Iglesia y exige el evangelio. Ocurre que, en occidente, esos medios de comunicación asocian los productos a ser vendidos con valores en los cuales las personas creen. Así, inducen al espectador a creer que al comprar tal gaseosa será feliz; al vestir tal ropa conquistará el amor; al fumar tal cigarro experimentará el sabor del éxito. Y valores como solidaridad, compasión, desapego, etc., nunca son exaltados. Por el contrario: ¡cada día la publicidad de la TV nos instiga a cometer los 7 pecados capitales! Difícil encontrar un anuncio que no nos invite a la gula o a la violencia; al orgullo o a la lujuria. Los medios ignoran la religión Los medios de comunicación "parecen ignorar el papel vital de la religión en la vida de las personas", dice el Papa. Al dejar de resaltar el caracter religioso de una fiesta como es la navidad, los medios ganan en publicidad lo que pierden en contenido. El occidente es culturalmente cristiano. Mas adopta paradigmas contrarios a los valores evangélicos. La propuesta de Jesús dice solidaridad, el neoliberalismo, competitividad. No obstante, la crisis del racionalismo moderno abre una brecha a la emergencia del fenómeno religioso. Basta chequear el éxito de la literatura esotérica, de las profesías celestinas a los ángeles cabalísticos. Sólo la prensa escrita todavía no se ha dado cuenta del creciente interés de los lectores por temas que se refieren al espíritu, al destino y al sentido de la vida. Dios anda excluído de las pautas. Aunque indiferentes a la religiosidad del público -excepto cuando se patea a una santa o se despide a un cardenal-, los medios de comunicación son profundamente religiosos. Basta leer y oir sus editoriales. Cada medio de comunicación tiene sus dogmas (como el libre mercado), sus ángeles (el paradigma USA), sus demonios (el movimiento popular, como el MST) y sus papas, que pontifican cuales oráculos divinos. Es verdad que, debido a la competencia, una cierta dosis de ecumenismo es aconsejable. Sin embargo, solamente en periódicos que reúnen columnistas del centro de izquierda y de derecha. En la TV, ni pensar. Atascados en paradojas, los medios de comunicación claman por la libertad de expresión, pero se irritan cuando esta libertad es ejercida en nombre de la creencia religiosa. Se tiene la impresión de que, sólo ahora, los medios llegaron al "desencantamiento del mundo", como decía Max Weber. Llegó tarde. Y todavía no se ha dado cuenta del rescate de la sacralidad del universo, evidente en los movimientos ecológicos y en la física teórica. El mensaje papal indaga: ¿Qué "camino" indican los medios de comunicación? ¿Cuál es la "verdad" que proponen? ¿Qué "vida" ofrecen?" Por ahora, al menos en su mayoría, en Brasil, el camino que nos vuelve menos ciudadanos y más consumidores; menos evangélicos y más fieles a la idolatría en el mercado; menos ricos espiritualmente y más infelices por cultivar envidia al bien ajeno. No se trata de desconectar la Tv. o dejar de comprar el periódico. Los cristianos precisan estar muy bien informados y, sobre todo, deben actuar por la democratización de los medios de comunicación. Escribir a los periódicos, radios y revistas cuando aprueban o desaprueban una programacción; reivindicar la diseminación de radios comunitarias; valorizar sus propios medios de comunicación (cuya calidad necesita mejorar, y mucho), y asumir que, hoy, el púlpito son los medios de comunicación. Sobre todo a través de éste, podemos anunciar la buena nueva de Jesucristo.
https://www.alainet.org/es/articulo/104656
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