El mito del desarrollo

25/05/1999
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En los umbrales del tercer milenio, la mayoría de los estados nacionales de América Latina, Asia y Africa, son calificados como países ?en desarrollo?, es decir son considerados como proyectos nacionales aún no terminados, a pesar de que durante todo el siglo XX, han ensayado los más variados modelos de desarrollo. Esta realidad mundial comienza a devaluar las teorías sobre el desarrollo, confirmando que es muy difícil replicar el estado nación, moderno, industrial y democrático surgido en Europa y Estados Unidos hace unos 130 años. En efecto, luego de décadas de planes de desarrollo y billones de dólares gastados por la cooperación internacional para apoyarlos, el resultado es hoy el no-desarrollo de más de 100 países, y la excepción: cuatro "New Industrialized Countries" (NICs): Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur, que solo constituyen el 2% de la población que con eufemismo se ha llamado el ?mundo en desarrollo?. Estos cuatro NICs son los únicos casos, donde se puede decir que ha habido un desarrollo comparable al de las potencias capitalistas. Es decir, se ha realizado una sustancial modernización tecnológica de la producción acompañada de una conversión de la gran mayoría de la población, que era pobre, en una gran clase media nacional. Sin embargo, inclusive estos cuatro NICs no tienen todavía ni los altos ingresos, ni la capacidad científica y menos aún la institucionalidad democrática de los países de Europa y de los Estados Unidos. Además, hoy su prosperidad está paralizada por una gran crisis que amenaza con convertirse en la más grande recesión mundial de los últimos sesenta años. A fines del siglo XX, los informes del PNUD sobre Desarrollo Humano y los indicadores del Banco Mundial sobre el desarrollo, muestran que la gran mayoría de los 4.800 millones de habitantes del mal llamado mundo en desarrollo, están muy lejos de convertirse en una gran clase media global. Cerca de 1.300 millones viven con menos de un dólar diario, inacapaces de comprar alimentos, y otros 3.000 millones viven con menos de dos dólares diarios, incapaces de cumplir sus necesidades básicas de salud, educación y vivienda. Estos informes muestran que en más de 100 países "en desarrollo", el ingreso per-cápita es igual o menor en términos reales al que tenían hace una o dos décadas , y hoy, la actual crisis no anuncia que esta situación vaya a cambiar fácilmente. Si las presentes tendencias se mantienen, en el año 2015 unas 6.400 millones de personas vivirán en el mal llamado mundo en desarrollo, la mayoría en más de 550 ciudades de más de un millón de habitantes, y en unas 20 caóticas megalópolis con más de 10 millones, plagadas de desempleados, contaminación y delincuencia. Los prolegómenos de esta pesadilla son hoy verificables visitando Sao Paulo, Bogotá, Lima, México, Lagos, El Cairo, Dakar, Nairobi, Manila, Karachi o Bombay. Darwinismo internacional El proceso de desarrollo nacional se está entonces convirtiendo en un mito tan elusivo como El Dorado, y esto se debe a que a fines del siglo XX, el mercado mundial y la moderna tecnología se comportan de manera semejante a la selección natural con los países que encuentran entrampados en la producción poco transformadora y la explosión demográfica urbana. En efecto, hoy las exportaciones primarias y poco transformadoras de América Latina, Asia y Africa, tienen poca demanda mundial y acusan históricamente precios inestables y poco remunerativos, al mismo tiempo que sus poblaciones urbanas explosionan. En consecuencia, estos países no pueden, con los magros ingresos de sus exportaciones, satisfacer las necesidades de sus crecientes poblaciones, y además importar toda suerte de mercancías y servicios para cumplir con las reglas del libre comercio impuestas por la globalización neoliberal, reglas que no diferencian darwinianamente entre países pobres y países ricos. Tampoco pueden contar con suficiente capital productivo extranjero para modernizar tecnológicamente su producción y crear nuevos empleos para sus explosivas poblaciones urbanas, porque el sistema financiero, debido a la desregularización neoliberal, se ha convertido en un enorme casino que es una selva especulativa, donde cada semana se juega con divisas, acciones, bonos, futuros o productos derivados, el equivalente del valor anual de todas las inversiones productivas extranjeras en el mundo. Hambrientos de capital para cubrir su déficit externo y también las necesidades de sus poblaciones crecientes, estos países sobreviven endeudándose, particularmente con capital especulativo a corto plazo, que es muy volátil, exponiéndose así a sufrir toda la depredación de que es capaz el mercado, ya que solo un rumor sobre el aumento de su déficit en cuenta corriente, o de una devaluación, puede producir la estampida de estos capitales y dejar a los países devastados, tal como pasó con México, Asia y Rusia, y puede pasar con Brasil. Pero no solo el mercado se comporta darwinistamente, también lo hace la moderna tecnología. Hoy la tecnología "desmateriliaza" la producción. Es decir, permite usar menos materia prima por unidad industrial producida. A fines del siglo XX, la revolución tecnológica está emancipando las economías industrializadas de los recursos naturales. El software determina la cantidad mínima y precisa de metal y combustible, y además los nuevos materiales y fibras artificiales reemplazan minerales y fibras textiles, mientras que la biotecnología crea productos agrícolas competitivos con los productos naturales. Hoy 40 kilos de fibra óptica transmiten tantos mensajes como una tonelada de cobre. El monto de mineral por unidad de producción industrial es ahora las 2/5 partes de 1930. Gran parte de los textiles son producidos en las industrias químicas y se están sustituyendo productos como el azúcar, el caucho, la vainilla, el aceite de palma, y ensayándose un bío-café. Así, la economía de los países sentados en los bancos de oro de los recursos naturales funciona cada vez menos. Hoy la riqueza de las naciones es inmaterial, consiste en la capacidad para inventar el software que permite innovar nuevos productos y servicios, y ahorrar recursos naturales. El último informe del Banco Mundial, muestra que inclusive los países que se consideraban ricos por sus recursos naturales como el Perú, Indonesia, Filipinas, Nigeria, Kenya, Brasil o la India, se encuentran hoy clasificados entre los 12 países con mayor pobreza en el mundo. Ninguno de estos países ha logrado en los últimos 30 años hacer crecer su renta percápita por encima del 3 por ciento anual, que es lo mínimo que se necesita para lograr una disminución importante de la pobreza. También la moderna tecnología está haciendo desaparecer las enormes factorías llenas de chimeneas y de poblaciones proletarias, y haciendo surgir centros de producción más pequeños, dispersos por el mundo con mayor informatización y automatización. Este proceso se está llevando a cabo en casi todas las ramas de la producción. El resultado es hoy un proceso imparable de "desproletarización" mudial. Frente a este fenómeno, la población de los países pobres se vuelve urbana y crece en unos 70 millones al año, haciendo que los jóvenes en busca de empleo alcancen nada menos que unos 38 millones al año. Las Naciones Unidas y la OIT consideran que si la población sigue creciendo así, se necesitará para el inicio del próximo siglo, dos mil millones de puestos de trabajo. Crear tantos puestos de trabajo con las nuevas tecnologías será extremadamente difícil, porque en el próximo siglo seguirán surgiendo más empresas llenas de software y automatización, con menos gerencias, con menos mandos técnicos y obreros, donde no tendrán cabida los millones de hombres y mujeres poco capacitados que la explosión demográfica urbana lanza al mercado de trabajo en los países pobres. De esta manera, hoy la revolución tecnológica y la explosión demográfica han entrado en colisión, afectando las posibilidades de desarrollo. El no-desarrollo Debido a estos comportamientos darwinianos, la mayoría de los países mal llamados en vías desarrollo se encuentran en realidad estabilizados en el no-desarrollo, a la merced de un mercado mundial y de una moderna tecnología que va prescindiendo de las únicas ventajas comparativas que los hacía viables: abundantes recursos y abundante mano de obra. En la mayoría de estos países, inclusive el Producto Nacional Bruto (PNB) puede registrar crecimientos que confuden y crean euforia, y hacer creer que el país al fin "despega" como un NICs, que se convierte en un "tigre". Un turista en algún hotel lujoso ubicado en el ghetto de altos ingresos de la capital de uno de estos países, podrá ver buenos restaurantes, autos nuevos y centros comerciales repletos de artículos de consumo extranjero. Al irse estará convencido de que el país que visitó, está en un proceso acelerado de desarrollo. Sin embargo, esto no es así. Estos crecimientos de PNB, no significan desarrollo, porque no van acompañados de un incremento de la intensidad tecnológica de la producción. Los países estabilizados en el no-desarrollo, no logran zafarse de su dependencia excesiva de las exportaciones de minerales, productos agrícolas, maderas, cueros, bebidas o textiles. Aparte de algunos países de Asia, ninguno ha logrado ser verdaderamente competitivo exportando electrónica, farmacéutica, petroquímica, software, nuevos materiales o partes para las industrias globales de telecomunicaciones y aéreoespaciales. Además no tienen servicios globalmente competitivos y casi no invierten en investigación y desarrollo científico. Tampoco estos crecimientos del PNB significan desarrollo, porque no van acompañados de un aumento importante del empleo y de la renta per-capita, capaz de disminuir sustancialmente la gran pobreza que padecen. En los 150 países llamados en desarrollo, la renta per-cápita promedio , durante los últimos 35 años, se ha estancado, ha sido regresiva o solo ha crecido por debajo del 3 por ciento, que es el crecimiento mínimo para poder ir saliendo de la pobreza. Solo 9 países lograron un crecimiento mayor del 3 por ciento, la gran mayoría de ellos asiáticos, pero hoy se han vuelto a empobrecer como consecuencia de la crisis producida por el darwinismo del mercado financiero global. Estos crecimientos del PNB en la mayoría de países pobres, son en verdad solo recuperaciones económicas, dentro de los altibajos de su no-desarrollo, que se deben, muchas veces, al alza precaria del precio de alguna materia prima, a privatizaciones, y sobre todo a inversiones extranjeras especulativas muy volátiles, que pueden salir en estampida en cualquier momento. Al final de cuentas, pasados estos ciclos de crecimiento precario, lo único que se desarrolla, en la transcurso de los años, en los países entrampados en el no-desarrollo, es el crecimiento de la población con bajos ingresos. A fines de este siglo, el desarrollo no depende más exclusivamente de políticas nacionales y seguirá siendo una meta inalcanzable como El Dorado o el Santo Gral, si no se domestican los comportamientos globales darwinianos del mercado y la tecnología, comportamientos que además han sido exacerbados irracionalmente por la utopía neoliberal, hasta el punto de recesar la economía mundial y provocar su propio desprestigio. El casino financiero ha llevado a la bancarrota inclusive a las economías emergentes de Asia, y el uso de las modernas tecnologías, al servicio de mayores ganancias en el mercado, hace cada vez más difícil crear suficiente empleo en los países pobres, donde precisamente está ocurriendo la explosión demográfica urbana mundial. La dificultad creciente para superar la pobreza y lograr el desarrollo tiene hoy visos de una crisis de civilización, debido a que el colosal pogreso de la tecnología está desvinculado de una concepción ética que considere a la pobreza y a la ecología como su verdadera prioridad. Hoy es más importante explorar Marte que acabar con el hambre en la Tierra o que lograr medidas eficaces contra los gases industriales que recalientan nuestro propio planeta. Es fundamentalmente esta brecha entre la tecnología y la ética, lo que está convirtiendo al desarrollo en un mito y haciendo muy vigentes, a fines del siglo XX, las palabras de Rabindranath Tagore: ¿progreso para quienes, progreso para qué? Oswaldo de Rivero, ex-embajador del Perú ante Naciones Unidas, es autor del libro "El Mito del Desarrollo: Los países inviables en el siglo XXI", Editorial Mosca Azul, Lima, 0ctubre 1998.
https://www.alainet.org/es/articulo/104627
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