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México neocolonial

12/12/2013
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Después de cinco sexenios, y a un año de la restauración, se concreta el credo neoliberal: apertura-privatización-neocolonización.
 
Dícese que con la alternancia (2000-2012) que no cambio, el PRI nunca abandonó Los Pinos. Su hegemonía se concentró en su bloque mayoritario de gobernadores. Tan es así uno de ellos fue su candidato y es el actual Presidente. Además, su núcleo cercano se haya conformado por varios que lo fueron. Grupo que actúa como administrador o gerente del capital transnacional.
 
A un año de su restauración, y arropado por el Pacto por México, el PRI ha aprobado ya una serie de reformas estructurales, algunas de las cuales se vienen pensando desde los tiempos de Salinas (1988-1994). Podría ir solo, como PRIAN –con el mismo proyecto económico—, pero sin legitimidad. Y esto es lo que busca, aunque disfrazada de consenso, porque sabe que sus (contra)reformas son antipopulares.
 
En medio de un cerco, que mide el tamaño de su miedo, los senadores aprobaron, fast track o ipso facto –de volada—, las reformas política y energética, como una muestra extrema de entreguismo, con lo que México se convierte, en los hechos, en una neocolonia.
 
No obstante los autoelogios –¡faltaba menos!—, este primer año del sexenio de Enrique Peña Nieto, con retraso mayúsculo en la aplicación del gasto ya asignado, se caracterizó por dar tumbos en cuanto al crecimiento económico estimado, hasta quedar alrededor de uno por ciento, que significa un estancamiento, por no decir un retroceso social, que se reflejó en una precarización del trabajo.
 
Quien no está desempleado, se ocupa en una labor donde el salario es mínimo y sin prestaciones. La total precariedad laboral. En este periodo, ha crecido más el empleo informal y temporal que el formal y permanente. Por si fuera poco, en el primer semestre de 2013, las 31 grandes empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores despidieron a más de 68 mil trabajadores.
 
Así como con la Reforma Laboral, se pretende abaratar la contratación (del despido no se habla, pero allí está), de la misma forma, con la recién aprobada Reforma Financiera, se busca facilitar la recuperación del crédito; todo ello, en beneficio del capital. Aprobación fast track –vía rápida—, a fin de darle certidumbre y confianza al clima de negocios, cuya cereza del pastel será la anhelada Reforma Energética, “la madre de todas las reformas”. Aunque con ello, como nación y sociedad, nos den en la madre.
 
En esta especie de reformitis, los legisladores, más que representantes populares, parecen, y juegan, como representantes de intereses de grupo. Allí está, por ejemplo, la telebancada, antiguos empleados del duopolio televisivo, que actúa como algo más que un poder fáctico: por encima de los tres poderes formales de gobierno, es un poder de seducción. Allí está su peso en el futbol, como espectáculo y negocio, a la hora de la calificación del Tri para el Mundial en Brasil el año entrante.
 
En la democracia formal, lo que cuentan son los votos, así sea que para conseguirlos se haya firmado un pacto con el diablo. Pero, muchas veces, ni así. Y esto le ha pasado ésta y otras veces, a la izquierda electoral. Una izquierda incapaz de convencer. Tal vez tenga razón, pero del otro lado está la fuerza de la mayoría.
 
Apenas un año después, el pactismo demostró su agotamiento. Al PAN le fue mejor, después del PRI, pues negoció la reforma política e impuso condiciones en la energética, con lo que se le da jaque mate a la soberanía. Por lo que hace al PRD, se vio impotente. De los gritos de la calle, desde el cerco, se pasó al grito de la impotencia en los recintos parlamentarios.
 
A menos de que no se pertenezca a la oligarquía, negros días se presagian para el paisanaje de este nuestro México neocolonial.
 
Con la madre de todas las reformas, nos dieron en toda la ídem. ¡Que Tonatzin nos coja confesados!
 
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