A las puertas de la Constituyente

03/02/1999
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Los acontecimientos políticos de los últimos meses en Venezuela han generado muchas expectativas e incertidumbre al mismo tiempo, tanto para los propios venezolanos como para el resto del mundo globalizado. Lo cierto es que los resultados de las elecciones del 6 de diciembre que arrojaron el triunfo de Hugo Chávez Frías con un 56% de la votación (segunda más alta en la historia democrática de los últimos cuarenta años) y que terminó de romper la alternabilidad partidista de socialdemócratas y demócratas cristianos en el poder, son la culminación de una etapa de transformaciones en el esquema político venezolano que se inició en 1989. Quiebre del bipartidismo En 1989 el estamento político se estremeció a partir de la revuelta popular espontánea que se produjo en febrero, cuando la gente vio quebrar definitivamente sus expectativas de un mejoramiento de su condición social y económica, eterna promesa de la democracia, en medio del derroche y aprovechamiento de los ingresos petroleros que hizo la élite política y económica, lo cual generó niveles de pobreza cercanos al 80% de la población. A partir de este momento y una vez recogidos los muertos y heridos (más de 1.000 según cifras extraoficiales), los "líderes del sistema" hicieron actos de contrición para reformar el sistema político, intenciones que se habían iniciado en 1984 con la creación de la COPRE (Comisión para la reforma del Estado). Sin embargo, apenas una de las propuestas de esta comisión, la elección directa de los gobernadores y alcaldes fue aprobada en el marco de una política de descentralización. Posteriormente, como otra fase de la descomposición del sistema, ocurrieron en 1992 dos intentos de golpe (febrero y noviembre) que terminaron por poner contra la pared al sistema bipartidista y abrieron los canales tanto para que, por una parte, organizaciones políticas tradicionalmente de izquierda como el Movimientos al Socialismo (MAS) y la Causa Radical (Causa R) accedan de manera más protagónica en la escena política y, por otra, el teniente-coronel Hugo Chávez y su grupo de militares irrumpan en esta misma escena con el Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200) que posteriormente dio paso al Movimiento Quinta República (MVR). Una vez más, luego de superada la crisis golpista, se reanudaron los golpes de pecho de las élites para reformar el sistema, incluso empezó a tomar forma la reforma constitucional sobre la que trabajaba el actual presidente desde 1990, y se asomó la necesidad de una Constituyente para refundar el sistema completo. Tampoco estos movimientos llegaron a ninguna parte. Vale decir que el movimiento insurgente, si bien había sido coordinado con miembros de algunas de estas fuerzas políticas, otras agrupaciones más radicales y algunos militantes de organizaciones populares en varias regiones del país, no tuvieron de inmediato el respaldo popular esperado, que si se manifestó posteriormente en encuestas de opinión. Pero los efectos fueron definitivos: ese año de elecciones la Causa R y el MAS fortalecieron posiciones a nivel regional y local. Y posteriormente, el poco hálito de vida del bipartidismo de AD (socialdemocracia) y COPEI (democracia cristiana) se quebró con las elecciones presidenciales realizadas a fines de 1993. Esta contienda fue capitalizada políticamente por el actual presidente Rafael Caldera, quien fundo su propio partido y en alianza con el MAS logró alzarse con el triunfo, y también por la Causa R que aumentó considerablemente su votación para el Congreso. Sin embargo, un hecho muy significativo que de nuevo puso a prueba al sistema fue la destitución, por primera vez en la historia, del presidente Carlos Andrés Pérez, quien si bien no fue desalojado del poder por la vía insurreccional, salió de la escena mediante la vía constitucional de manera pacífica. Durante el periodo 1994-98, el gobierno de Caldera pudo maniobrar, gracias a la alianza con el todavía poderoso partido AD, para restituir cierta "paz política" en general, y especialmente del lado militar. Pero a nivel económico y social, no pudo frenar la recesión y el empobrecimiento de la población. Si algo se debe reconocer en esta administración es su capacidad de maniobra para sortear diversas crisis como la debacle financiera del 94 y las presiones de todo tipo a nivel económico y social para restituir el modelo económico imperante en la mayor parte de las economías latinoamericana. Sin embargo, las acciones gubernamentales, primero con fuerte intervención y luego más liberales, deterioraron aún más las condiciones de vida de la población y las principales variables socioeconómicas del país, al mismo tiempo que profundizaron la crisis política de gobernabilidad de las fuerzas tradicionales y abrieron el cauce a los acontecimientos actuales. En tal sentido, debe apuntarse que en aras de la "pacificación" del país, Caldera indultó a Hugo Chávez y los militares que lo acompañaron, como una estrategia para su incorporación a la vida pública, quizá sin prever del todo que se iniciaba un proceso indetenible de apoyo popular y de renovación de la esperanza de los sectores populares en esta figura para la transformación del país. La campaña electoral La campaña electoral de 1998 fue un proceso accidentado, rico en acontecimientos que desnudaron la crisis generalizada de los partidos, de las modalidades tradicionales de participación, y también de radicales cambios en la opinión y preferencias electorales. Algunos de estos hechos que se pueden señalar fueron: la amplia ventaja de la ex-Miss Universo Irene Sáez al comienzo del año, la dificultad de los partidos tradicionales por definir sus propios candidatos o apoyar a otros, las divisiones ocurridas al interior de otras fuerzas políticas como AD y Causa R. Lo cierto es que desde que la candidatura de Chávez se hizo oficial, este alcanzó y superó, poco a poco a Sáez, mientras de manera lenta se desarrollaba una convergencia entorno la candidatura de Henrique Salas Römer, ex gobernador reelecto de una provincia del centro del país. Una estrategia de último minuto de los partidos tradicionales dividió en tres partes las elecciones conjuntas de Presidente, Congreso y Gobernadores y Municipios que debían celebrarse en diciembre, adelantando las elecciones del Congreso y Gobernadores para noviembre, como una vía para asegurarse una parte del poder en vista de un eventual triunfo de Chávez, y pensando que sus resultados apuntalarían a los candidatos opositores a éstos. Al final, poco a poco se fue gestando lo que sería un escenario inédito: la polarización entre la candidatura de Hugo Chávez, satanizado como el militar golpista, dictador, amigo de Fidel Castro, etc.. y Römer, paladín de la modernización, la descentralización, mayor garante de las inversiones extranjeras, etc. Otra interpretación claramente expresada durante el final de la campaña, es que se trató de dos candidaturas dicotómicas: una antisistema (Chávez) y otra percibida por la población como pro -sistema (Römer), aunque pregonara también un "cambio radical". Pero también, por primera vez se rompió el policlasismo que caracterizó los procesos anteriores, ya que mayoritariamente los sectores C, D y E de la población apoyaban a Chávez y el sector A y B, respaldaban mayoritariamente a Römer. Lo que quedaba claro era que la población ya había decidido dejar atrás el esquema bipartidista de cuarenta años y se pronunciaba por un cambio profundo en la dirección del país. Estos elementos crearon las condiciones para hechos inusitados. Los partidos políticos tradicionales AD y COPEI renunciaron o hicieron renunciar a sus propios candidatos para apoyar a Römer. La mayoría de los gobernadores recién electos se reunieron para respaldar a Römer. Se cuadró contra Chávez la mayor parte del estamento elitesco de la sociedad. Incluso se habló de conformar un Polo Democrático que se opusiera a un retroceso a la dictadura. Hubo encuestadoras que manipularon los resultados para presentar un empate técnico entre ambos candidatos. Mientras tanto, el apoyo popular a la candidatura de Chávez se mantenía y más bien crecía en la mayoría de las encuestas serias. En fin, se manifestaba con anticipación un fuerte deseo de cambio en la población y virtualmente el triunfo de las fuerzas agrupadas en el Polo Patriótico, mayoritariamente de izquierda. Vale la pena destacar que la campaña de Chávez fue muy exitosa en su manejo, reivindicando los valores nacionalistas, bolivarianos y patrióticos del venezolano común, los derechos humanos, la crítica al modelo neoliberal y a la corrupción en el sistema de los últimos cuarenta años, y en términos ideológicos, normalmente confusos en su discurso lleno de citas a Simón Bolívar y la Biblia, manifestó simpatía por la Tercera Vía pregonada en los últimos años por el primer ministro británico Tony Blair. Sin embargo, su mayor carta de triunfo fue el haber recogido una bandera enarbolada por el mismo sistema para reinventarse así mismo, la Constituyente. Aunque esta propuesta no fuese entendida del todo por la mayoría de la población, la intuición popular reconocía a un líder y una vía para cambiar radicalmente el sistema democrático, por encima de los atributos de resentimiento y revancha que se le endosaban al hoy presidente electo. Los resultados electorales A pesar de la campaña sucia, los resultados del 6 de diciembre fueron totalmente distintos a los de las elecciones legislativas y regionales. En el Congreso el Polo Patriótico obtuvo una votación cercana al 35%, por encima de la votación individual de los partidos tradicionales quienes sumados detentaban el 40%. En las presidenciales Chávez arrasó con un 57% de la votación frente a 39% de la votación de Römer. Han sido muchos los calificativos empleados a partir de esta victoria de Chávez, quien si bien emerge como un indiscutido líder, acusado de mesiánico, nuevo caudillo, etc., pregona que es uno más de un proyecto político que cuenta ahora y en el futuro con las bases de las organizaciones que lo respaldan y el pueblo en general. Pero, el triunfo de Chávez ¿que significa? ¿es un gobierno de izquierda?. Se trata de ¿una revolución democrática y pacífica? Todo esto todavía está por develarse. Técnicamente, la mayoría de las agrupaciones que respaldaron a Chávez es de izquierda. Jimmy Carter, en su carácter de observador de las elecciones manifestó al día siguiente que había presenciado una "revolución pacífica". Sin embargo, en el análisis que se puede hacer de lo sucedido no es conveniente utilizar los parámetros tradicionales. Y quizá esta es la fortaleza del proceso, que es una coyuntura original que puede dar lugar a respuestas y modelos económicos, políticos, sociales y morales Los signos inmediatos a su triunfo evidenciaron el amplio respaldo popular en las calles y la aceptación irremediable de la derrota de sus adversarios. El optimismo y la esperanza por un futuro mejor inunda a todos los sectores. De manera poco común, los días siguientes al 6D subió la bolsa y el bolívar recuperó terreno, los medios de información fortalecieron su evidente legitimidad, los empresarios, gobernadores y demás dirigentes de lo sectores más importantes abrieron los canales de diálogo y comunicación. El mismo Hugo Chávez demostró una gran inteligencia en el manejo del triunfo enviando mensajes positivos a la comunidad internacional, los inversionistas, ratificando su compromiso con el pueblo venezolano e invitando a sus adversarios a una reconciliación. Sus acciones posteriores a la elección han consolidado su liderazgo, audacia y una intensa actividad que contrasta con el gobierno que está a punto de finalizar, mediante giras internacionales por Brasil, Argentina y Colombia; de su esposa a Centroamérica en solidaridad con los afectados por el huracán Mitch; y posteriormente a Europa, Canadá y Cuba. Tanto en estas giras como en Venezuela, Chávez ha dinamizado fuertemente sus actividades y preparativos antes de asumir el poder, adelantando visiones y medidas de cara a la integración económica, el refinanciamiento de la deuda externa, el nuevo modelo económico, la transición en general, sin descuidar el plato fuerte del año: la Constituyente. Las duras perspectivas La "luna de miel" que caracteriza la situación actual, sin embargo, es previsible que no dure mucho, por cuanto las fuerzas políticas tradicionales se resisten y todavía conservan cuotas de poder que, si bien están amenazadas por el proceso constituyente, están dispuestos a utilizar. Por otra parte, la situación económica es muy delicada. Se prevé que se mantendrá la recesión económica, debido que se mantendrá la baja de los precios del petróleo: la inflación se mantendrá como una de las más altas del continente debido al déficit fiscal cercano a los US$ 9 millardos, problemas de caja en el gobierno cercanos a Bs. 800 millardos, y el peso del endeudamiento externo e interno. Con lo cual la política monetaria no cambiará mucho en cuanto a altas tasas de interés (entre 45% y 55%) y la devaluación de la moneda a un promedio de Bs. 650 por dólar. En un ambiente económico globalizado, la economía venezolana también estará sujeta a lo que pase con Brasil, México y Argentina, economías más grandes que la venezolana. Sin embargo, las medidas concretas para revertir esta situación apenas se han mencionado a nivel de discursos, pero está previsto revisar el manejo de la industria petrolera, reformular el sistema impositivo (especialmente IVA y Aduanas), y en términos generales, mantener temporalmente algunas de las medidas instrumentadas por el gobierno actual en materia monetaria y fiscal, mientras toman cuerpo las líneas estratégicas para impulsar el turismo, la agricultura y el propio sector energético. A nivel social, la situación no es más reconfortante. La población, cuyas condiciones de vida comenzaron a mermar de manera significativa a partir de 1984, cuando aparece el fantasma de la pobreza de manera brutal en las estadísticas, correrá mayores peligros y su situación no mejorará a corto plazo. El presidente electo ha prometido aumento de salarios de inmediato. Actualmente, el salario mínimo es de Bs. 100.000 (175 US$) pero la canasta de alimentos se compra con Bs. 224.352 (393 US$) y la canasta básica (que incluye bienes y servicios indispensables para una familia de 5,2 miembros) alcanza Bs. 448.704. Adicionalmente, el consumo en general ha caído en los últimos diez años en más de un 10%, pero en el caso de los alimentos la caída es mayor, un 19%. Venezuela vive una dicotomía "terrible" ya que, por un lado, las grandes mayorías no pueden acceder a la canasta básica, mientras que, por otro, un selecto sector de la población tiene una actitud de consumo muy sofisticado. El desempleo abierto está en 14%, donde destacan 4 millones de jóvenes, y con más del 50% de la población económicamente activa en la economía informal, conforman un sector expectante por medidas que les permitan superar su situación, lo cual no parece probable a corto plazo. Hablar de niveles de pobreza ya es un lugar común, y casi todos los estudios la ubican entre un 70% y 80% de la población. Según la encuestadora Datos, actualmente 52% de la población está ubicada en la clase social E ("marginalidad"), 30% en la D (trabajadora), 13% en la C (clase media sólo en apariencia más no en poder adquisitivo), y solamente 5% en la clase A, B y C+. Para 1983 la distribución era la siguiente: 43% en la clase E, 34% en la D, y 23% en la A, B y C. No obstante, el presidente electo y su equipo de gobierno, conformado por personajes de su absoluta confianza más allá de calificaciones y experiencia, ha señalado que por ahora mantendrá la mayoría de los programas sociales que están funcionando. Oportunidad de oro para la participación popular Paradójicamente, es en el ámbito político donde se pueden desarrollar excelentes perspectivas. El proceso constituyente está generando espacios novedosos e importantes con grandes posibilidades de participación amplia y popular. Hasta el momento, grupos de trabajadores, vecinos, mujeres, indígenas, organizaciones no-gubernamentales, educadores, gremios profesionales, y otros distintos sectores de la población organizada o no, están movilizados para este proceso que se inaugura con el referéndum a convocarse el próximo 15 de febrero y que posiblemente se lleve a cabo en abril, con la finalidad de que la nueva constitución se pueda lograr a finales de año. Cada uno de estos sectores tiene el derecho, al igual que cualquier ciudadano, y el deber de contribuir, más allá de sus agendas e intereses particulares, en un proceso que puede echar las bases para el logro de una sociedad más justa y democrática. Vale la pena decir que en estos casos, más allá del producto: una nueva Constitución, lo más importante que ya se observa y puede lograrse es el proceso. Para la sociedad venezolana es muy importante un proceso que le permita fortalecer, reconstruir y en algunos casos "parir" lo que ha sido un débil actor en el ejercicio democrático de los últimos cuarenta años: el tejido social, la sociedad civil, el "polo asociativo" como lo denominó CISOR, una entidad de la sociedad civil venezolana.
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