El Cóndor no pasa

27/07/1999
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La publicación por parte del gobierno estadounidense de documentos relativos a Chile hasta ahora secretos, no sólo ha conmovido al país largo, sino que ha provocado revuelo en otros nidos. Claro que, en sí, esos 5.800 documentos no revelan nada nuevo. Su valor estriba en venir de quien vienen. Son ésta vez los mismísimos Estados Unidos de América los que certifican que sí existió una coordinación terrorista entre las dictaduras setentistas del cono sur. Se llamaba "Plan Cóndor", y servía para secuestrar, torturar, asesinar y robar niños a perseguidos políticos fuera de fronteras. El "Condorito" uruguayo En uno de esos documentos ahora desclasificados se menciona el nombre del responsable del "ala uruguaya" del Cóndor: "Para Montevideo -dice- asumimos que la mejor aproximación es al general Vadora antes que al presidente en ejercicio o al presidente designado, que aparentemente no conocen nada sobre la Operación Cóndor..." Julio César Vadora fue uno de los principales impulsores del golpe de estado de 1973 como "presidente" de la logia militar "Tenientes de Artigas". Fue premiado con la agregatura militar en la embajada en Washington, y a su vuelta fue designado comandante en Jefe del Ejército, cargo que ejercía cuando el Cóndor asesinó en Buenos Aires a los parlamentarios opositores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. En 1978 debió pasar a retiro y su lugar, tras resultar perdidoso en la pulseada interna entre militares "duros" y "blandos", fue ocupado por el luego "presidente" Gregorio Alvarez. Representante de los "duros", Vadora hubiera preferido continuar la dictadura in eternis: "El proceso, diría yo, no debería terminar nunca -declaró al diario El País en 1977- para que en el Uruguay se culminara en una democracia perfecta..." Antes de que naufragara el proyecto de constitución fascista que los militares pusieron a plebiscito en 1980, Vadora incluso declaró que "Si mi país lo requiere y si se entiende que mis servicios pueden ser útiles, podría acceder a postularme como candidato en las próximas elecciones nacionales". Pero, ¿qué dice hoy el general Vadora sobre los documentos que lo involucran? "Lo tomo por mentira (...) Esos documentos no son creíbles. Además, yo qué sé... no son hechos que yo conociera". Si realmente el entonces comandante en Jefe Vadora no sabía lo que estaban haciendo sus subordinados, es un incapaz. Claro que Vadora no es tonto y elige pasar por inútil e incompetente porque sabe que, de aceptarse la versión estadounidense, por primera vez tendríamos identificado a uno de los autores intelectuales de los secuestros, torturas, asesinatos y robos de niños perpetrados en esos años. "Incapaces" antes que responsables Pero no es Vadora el único que ahora pone cara de "yo no fui". El actual comandante en Jefe del Ejército, el general Fernán Amado, declaró que "no existen antecedentes en el Ejército, estamos hablando de hace 25 años, no hay registros ni antecedentes..." Comentando estas declaraciones, el periodista Samuel Blixen, del semanario Brecha, se pregunta con razón: "Cuando se eliminaron esos antecedentes y por qué?" ¿Cómo es posible que en una estructura tan acendradamente burocrática como la de las Fuerzas Armadas hayan tales "agujeros negros" sobre asuntos tan trascendentes? Entrevistado por el semanario Búsqueda, Amado explicó que "Realmente creo que (la desclasificación) no contribuye a nada positivo, (...) cosas que se dicen desde allá, no significa que estén avaladas por nuestro país". Comenta el citado Blixen al respecto: "No es novedad que el general Amado tiene, respecto de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, la misma percepción que el general Vadora y otros incondicionales del terrorismo de Estado. Tampoco es novedad -abunda- que el presidente Julio María Sanguinetti, que lo designó, lo respalda invariablemente". Coherentemente, su lastimoso ministro de Defensa, Juan Storace, declaró entre ingenuo y despectivo que las develaciones de las agencias estadounidenses tienen solamente "un valor histórico", afiliándose a la teoría oficial que no reconoce el carácter de "delito continuado" -y por ello imprescriptible- que tiene la desaparición de personas (incluyendo el secuestro de niños). El último (?) vuelo Pero el Cóndor también voló por estas playas en plena democracia restaurada. Durante el anterior gobierno de Luis Lacalle, el bio-químico y genocida chileno Eugenio Berríos estuvo secuestrado aquí por militares uruguayos, y tras la visita de Augusto Pinochet a nuestro país, también "desapareció". El hecho salió a luz cuando Berríos escapó momentaneamente de sus captores y denunció su situación en la comisaría de la ciudad balnearia de Parque del Plata. Cuando todavía no había firmado su denuncia, el coronel Tomás Casella (a quien había podido verse días anteriores acompañando a Pinochet por las calles de Montevideo y Punta del Este), advertido por "alguien" acerca de lo que estaba sucediendo, lo fue a buscar a la comisaría y se lo llevó para su casa. La infidencia de un agente policial hizo posible que se conociera lo sucedido, y el asunto se saldó momentáneamente cuando -tras la oportuna y explícita sugerencia del senador colorado Pablo Millor- se recibió una foto y una carta de Berríos desde la ciudad italiana de Milán comunicando que se encontraba haciendo turismo por allí. Claro que en ninguna aduana uruguaya había alguna constancia del paso del chileno por nuestro país, circunstancia que al parecer no llamó la atención a ninguna autoridad. El incidente fue prontamente olvidado, y se habría convertido en una de las tantas "historias policiales uruguayas" inconclusas, sino fuera porque menos de un año después fue encontrado un cadáver enterrado en las dunas de Parque del Plata. Atando cabos, un juez dedujo que se podía tratar del "turista" Berríos, y tras las correspondientes pruebas de ADN y antropometría, el hecho fue confirmado. Cinco años después, nadie ha sido procesado por el asesinato, y el expediente del "Caso Berríos" duerme una eterna siesta en el cajón de algún juzgado sin que al presidente Sanguinetti se le crispe ni siquiera el pelo de una ceja. Ser y parecer Ni los anteriores testimonios de las víctimas sobrevivientes, ni la flagrante evidencia de la intervención de militares en actividad en el secuestro y asesinato de Berríos, ni los compromisos asumidos ante gobiernos extranjeros y organismos internacionales, ni ahora los documentos de los mentores estadounidenses del terrorismo de Estado vernáculo; son capaces de hacer aceptar a los militares uruguayos y a sus cómplices civiles las barbaridades cometidas. Y en el improbable caso de que apareciera el mismísimo Dios Padre o alguno de sus mesías revelando la verdad de lo acontecido, es seguro que nuestros militares y nuestros gobernantes invocarían un súbito agnosticismo para negarlo todo. Tan así es la hipocresía rampante por estas costas. Sin embargo, habiendo aquí tantas cuentas pendientes y tantos compromisos incumplidos, nuestro canciller es el presidente de turno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y nuestro presidente es uno de los "mejor vistos" en el mundo entero. Evidentemente en este mundo es más importante "parecer" que "ser". Un hablar mesurado, un discurso inteligente, un remarcado interés por la "cultura", y el apoyo obsecuente de los grandes medios de comunicación nacionales e internacionales, son capaces de transformar a un reaccionario en un progresista, y a un cómplice de los cóndores de antes y de ahora en un adalid de la democracia. ¡Cómo no van a pasar entonces las cosas que pasan!
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