El riesgo Lula y la Colombina

12/08/2002
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  • Opinión
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Brasil es un país de alto riesgo para quien vive en él. Basta verificar los índices de violencia (40 mil asesinatos por año); los edificios cerrados como penitenciarias de lujo; el poder paralelo del narcotráfico; el número de secuestros y matanzas; la pobreza y la miseria que llegan a 53 millones de personas. Quien está afuera —y solo en los Estados Unidos son cerca de 700 mil brasileños— únicamente ve el riesgo cuando piensa en regresar al país. Excepto los especuladores internacionales, que no cambian lo seguro (la sangría de dólares que el Brasil derrama en sus bolsillos) por lo dudoso (la política económica de un eventual gobierno de Lula). Si Lula fuera electo, los especuladores van a sentirse como los viciosos del juego cuando se cerró el Casino de Urca, en abril de 1946. Guardada la ruleta, ya no podían arriesgar su dinero. En el caso de los especuladores, el verbo correcto es multiplicar. Pues en el Casino de la Especulación, la ruleta es alterada. Quien apuesta mucho nunca pierde. Aunque el propio casino quiebre. Al señor Geraldo, mi vecino en Belo Horizonte, le gustaba jugar en el casino de Pampulha, hoy transformado en museo de arte. Apostaba algo y casi siempre ganaba. Años después, cuestionado por Macedo, jugador que siempre perdía, el Sr. Geraldo le contó el secreto de su aparente suerte: era amigo del croupier y, en común acuerdo con él, hacía grandes apuestas para atraer a otros jugadores. Quien apostaba poco, como el Macedo, raramente ganaba. Sin embargo el Sr. Geraldo era recompensado por desinhibir a los afortunados y dar ganancias a la casa. En el casino global, los perdedores blufean. La WorldCom, dueña de Embratel, registraba gastos como facturación. Es lo que hace el gobierno de Fernando Henríquez Cardoso(FHC): registra como inversiones los empréstitos que toma de afuera. Eso explica el hecho de que, desde mayo, Brasil deba, por cada R$100 producidos, R$56 a los acreedores internos y externos. Hoy, la deuda líquida total del sector público es de R$708,4 mil millones, y corresponde a 56% del PIB. Es la relación más negativa deuda-PIB de la historia del país (y, dígase de paso, que esos ocho años de gobierno de FHC son el período en el que Brasil creció menos, desde la proclamación de la República). En la huerta de los especuladores, Lula funciona como un espantapájaros. Allá en Arizona el pequeño inversionista escucha decir que la economía de Brasil va a empeorar si Lula fuera electo. Trata de vender barato sus papeles a los especuladores quienes, más tarde, los venderán caro en el mercado. Si el juego económico no es suficiente para revertir el índice de aprobación a la candidatura de Lula, se recurre a las emboscadas éticas, ahora inclusive con la participación de la Policía Federal: denuncias infundadas, archivos inventados, especulaciones fantasiosas. Durante la campaña de 1994, tomé un taxi cuyo conductor declaró que no votaría por un candidato que aparentaba ser defensor de los trabajadores pero que vivía en una mansión en Morumbi, el barrio más elegante de San Paulo. Le desafié a que me llevara hasta allá. En caso de que quedara confirmado lo que él decía, yo pagaría el valor de la carrera multiplicado por cinco. Caso contrario, él no me cobraría nada. Evidentemente, no apostó. El riesgo no está en que Lula gane, está en que Brasil continúe rehén de la subida de los intereses, y ahora, del dólar; más endeudado que borracho cuñado del dueño de cantina; con sus índices sociales cada vez más deteriorados. No había Lula en Argentina, la mejor alumna del FMI, condenada a la depresión. Si la situación del país va mal, la culpa es de quien gobernó en los últimos años. Si no hay un cambio, en breve seremos una Colombina, mezcla de Colombia con Argentina. Hasta octubre, todavía hay tiempo para que todos sepan que Lula robó la Copa Jules Rimet, mató a Dana de Teffé, escondió a Elias Maluco, disparó a la prefectura de Río y tiene una fortuna en paraísos fiscales. Así quedarán todos con mucho miedo de ser felices.
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